Unidos como un solo Hombre
“Cuando llegó el mes séptimo, y estando los hijos de Israel ya establecidos en las ciudades, se juntó el pueblo como un solo hombre en Jerusalén. Entonces se levantaron Jesúa hijo de Josadac y sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel y sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés varón de Dios.
Y colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde” (Esdras 3:1-3).
Una de las cosas donde apreciamos las raíces, y la unidad de los judíos en su regreso del cautiverio, ha sido en su apego al culto de su Dios. Ciertamente ellos no podían tener un templo de inmediato, pero por lo menos levantarían el altar.
He aquí la mejor manera de comenzar la reconstrucción de la obra de Dios. Si los exiliados se hubieran dedicado primero a levantar la ciudad, sin hacerlo con la adoración a Dios, comenzarían mal.
Nos dice el escritor sagrado que cuando Israel se estableció en las ciudades, “se juntó el pueblo como un solo hombre en Jerusalén”. Con esta especial mención notamos un acto de obediencia alentador entre los exiliados que regresaron.
Considerando aquel como un tiempo de pocos recursos, y tanto trabajo por hacer, esta gente se articuló como “un solo pueblo” para dar y hacer lo primero. Esta manera de obrar tiene la bendición del cielo.
Para esa causa tan grande, se levantaron los lideres principales, tales como Jesúa y Zorobabel; pero junto con ellos estaban los sacerdotes, por cuando ellos eran los responsables del altar del Señor.
Al hacer esto, la nación estaba renovando el pacto mosaico. La falta de haber renovado el pacto fue la causa para el cautiverio. Ahora ninguno de ellos quiere cometer otra vez el mismo error. Hay un fuerte deseo por agradar a Dios.
La tarea por hacer estaba llena de precaución. Los enemigos estaban pendientes de sus movimientos; de hecho, a partir de ahora, los enemigos vendrán para detener la obra. Cada vez que estamos levantando el altar al Señor, debemos estar consiente de la obra del enemigo.
Para Satanás, mientras más arruinada esté la obra del Señor, su actuación no será visible; pero una vez tomada la decisión de levantarla, el enemigo también se levanta.
Observamos como ellos edificaron el altar para ofrecer “holocaustos por la mañana y por la tarde”.
Los holocaustos eran para la expiación de los pecados de todo el día, aquellos mencionados en la Ley de Moisés varón de Dios. Cuando hay confesión de los pecados en el altar de su presencia, la obra a llevar a cabo tiene el sello de la aprobación divina.
Antes de emprender alguna obra, el altar del Señor debe ser levantado primero.
Desde lo mas profundo del corazón del pastor.