El viaje esperado a Jerusalen
“Y artimos del río Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén; y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del acechador en el camino. Y llegamos a Jerusalén, y reposamos allí tres días. Al cuarto día fue luego pesada la plata, el oro y los utensilios, en la casa de nuestro Dios, por mano del sacerdote Meremot hijo de Urías, y con él Eleazar hijo de Finees; y con ellos Jozabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi, levitas. Por cuenta y por peso se entregó todo, y se apuntó todo aquel peso en aquel tiempo” (Esdras 8:31-34).
Por fin llegó el día de viajar a Jerusalén (19 de abril según la NTV). Algunos estiman la edad de Esdras en unos 80 años cuando emprendió este viaje cuya distancia y tiempo les tomó cuatro meses.
La emoción de aquel anciano sacerdote y escriba, versado en la Palabra de Dios, no pudo ser mayor. Después de tanta preparación ahora verá otra vez a su patria.
Esdras estuvo consciente de la peligrosidad del viaje, pero él mantuvo confiado y seguro en su propia declaración, cuando afirmó: “y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del acechador en el camino”.
Esdras no había pedido al rey la mano de sus soldados para este viaje, porque él sabía que la mano de Dios era suficiente. No hay nada imposible para este tipo de fe.
“Dios nunca falla a quienes tienen dependencia total en El mismo, y completa independencia de los demás.” (Morgan)
“Y llegamos a Jerusalén, y reposamos allí tres días”. Si Esdras salió siendo muy joven, a lo mejor niño para el exilio, volver a Jerusalén y verla en su actual estado, seguramente fue un momento de sentimientos encontrados.
Y esa sigue siendo la experiencia de todos aquellos que regresan a su país después de tantos años y verlo sumergido en la miseria.
Una vez llegado a Jerusalén, y después de descansar tres días, pusieron manos a la obra. Como la preocupación de Esdras era la suma de dinero llevado “al cuarto día fue luego pesada la plata, el oro y los utensilios, en la casa de nuestro Dios […]”.
Cuatro sacerdotes estuvieron la responsabilidad del pesar toda la plata, el oro y los utensilios. Para Esdras, aquel debió ser un total descanso. Ahora quedó libre de semejante responsalidad.
Cuando el trabajo hecho para el Señor lo acompaña la transparencia, la honestidad y la sabia administración, no será raro ver a la mano del Señor guiando todo para bien.
Los enemigos serán retirados del camino cuando nuestra fe está puesta en el Rey de los cielos, más que en las autoridades terrenales.
No le puede ir mal a quien tiene a Dios por su aliado.
Desde lo más profundo del corazón del pastor