Donde no hay dirección sabia, el pueblo perece

(Proverbios 11:14)
El liderazgo marca para bien o para mal el éxito o el fracaso en todo tipo de empresa. Detrás de la opinión que califica la fijación de la estrategia, la motivación del equipo, el buen uso de los recursos, el desarrollo de la visión y la productividad del negocio se esconde la figura de un líder. El mundo es el resultado de algún tipo de liderazgo. Esto es visto en la conducción de una nación, una sociedad, un gremio, una empresa o cualquier grupo social. Los subordinados bajo un dirigente sabio, prudente e instruido pronto serán testigos de los cambios que se van haciendo evidentes en el rendimiento del trabajo. Pero si el líder no está bajo esta cobertura calificada, también sus seguidores descubrirán muy pronto las costuras de sus fracasos. La diferencia entre un liderazgo de éxito y el que desemboca en el colapso, es que mientras uno es sabio, aceptando los buenos consejos y actuando en función de lo que es conveniente para sus seguidores, el otro lo caracteriza la insensatez, la falta de consultar sus ideas, y por lo general se rodea del peor equipo humano, alejándose de los objetivos del grupo que lidera. La dirección sabia en cualquiera de los escenarios donde se ha tenido que lidiar con los recursos humanos, ha sido un factor determinante para que el pueblo no perezca. Pero cuando el pueblo perece se debe a líderes ineficaces, quienes están más interesados en su popularidad que en la necesidad colectiva.
La propuesta para una vida mejor que presentamos hoy, vertidas en las palabras del sabio Salomón, nos dice: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14). Otras versiones lo traducen así: “Cuando falta dirección, el pueblo caerá; pero en los muchos consejeros está la victoria”; “Donde no hay consulta los planes se frustran, pero con multitud de consejeros, se realizan”; “Donde no hay gobierno sabio cae el pueblo; pero en la muchedumbre de consejeros hay seguridad”. La necesidad de una dirección sabia es el énfasis de esta escritura antigua. Para todos los desafíos cotidianos nada más acertado que la toma de sabias direcciones. Oír el consejo, buscar el consenso, preguntar antes de decidir… pudiera liberar al alma de arrepentimientos secundarios, de conciencias culpables, de desperdicios innecesarios. Cuando se asesora a la vida con la “multitud de consejeros”, no es que no tengamos capacidad para confrontar las decisiones por nosotros mismos, sino que con frecuencia hay asuntos que debido al entorno que pudiera ser afectado, se requiere de sabias opiniones fuera de nosotros mismos. Un plan será mejor trazado en la medida que pasa el crisol de las consultas. Un padre sabio no tendrá temor de preguntar a su esposa y a sus hijos sobre delicadas decisiones. Un presidente sabio se rodeará de buenos consejeros para que le ayuden a producir el mayor bien a su nación. Y así el principio se aplica para el resto.
Dios es el más interesado en el bienestar de la humanidad. No ha sido ni su intención ni su plan ver que los seres humanos sean conducidos sin una dirección sabia y adecuada en todos los conglomerados donde hacen su vida social. En el ámbito de la familia se espera que haya padres rectores de los más elevados valores morales y espirituales para sus hijos. En lo que respecta a las escuelas se apuesta por una tutoría que marque esas tempranas vidas con la siembra de enseñanzas que no deformen lo que sus padres le han venido grabando en la escuela del hogar. Y en el campo religioso se espera que los líderes de las verdades eternas lleven a su gente a una correcta relación con Dios y no a una desviada confusión emocional, como suele suceder en reiterados casos. La puesta en marcha de una sabia dirección en estas instituciones de la vida evitará las calamidades por las que pasan los que nos han confiado sus vidas para dirigirles. Y tal sabiduría no viene sola. La sabia dirección para que tolo lo toquemos no perezca tiene un origen divino. No en vano el mismo sabio ha dicho: “”El temor de Dios es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia. Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán” (Proverbio 9:10-11) ¿Quiere usted ser un hombre sabio? Invite al Señor a su corazón, pues “Dios da la sabiduría, y de Su boca viene el conocimiento y la
inteligencia” (Pr 2:6) La vida gobernada por Jesucristo tiene garantía de ser una vida sabia.