Jesús es suficiente para detener el sufrimiento que ha estado por años
(Marcos 5:24-34)
En el contexto de este pasaje tenemos dos historias simultaneas. Una es la de la hija de Jairo, el principal de la sinagoga, y la otra la de la mujer que padecía de un flujo de sangre por la misma edad (12 años) que tenía la hija de Jairo. Nos dedicaremos en esta vez al caso de la mujer con el flujo de sangre, por la desesperación de encontrarse con el Señor quien era el único que podía sanarla. En esta mujer vamos a ver la grandeza de la fe que se enfrenta a la “multitud” de dificultades y que, al exponerse hasta la misma vergüenza, al final logra su propósito. He aquí un gran ejemplo de la fe perseverante, insistente y tenaz.
Nos muestra que después de haber buscado en tantos lugares para traer reposo al cuerpo y al espíritu, al final de todo nos queda Cristo, no como el último recurso, sino como el más importante que debiera ser hallado. Estudiemos esta historia con humildad, con reverencia y con la debida compasión pues un ejemplo de este tipo nos toca muy hondamente y eleva a nuestra fe frente a aquello que nos parece imposible. Estudiemos esta historia para aumentar nuestra fe, pero sobre todo para ponderar la obra que solo Cristo puede hacer en la vida de todos aquellos que a él se acercan.
Leamos su historia en Marcos 5:24-34
Donde Jesús está nunca estará solo v. 24.
Este versículo es simplemente elocuente. Yo no se si usted alguna vez ha estado en medio de una multitud donde literalmente no puede caminar y siente que más bien anda como levantado en medio de ella. Pues eso tuvo que ser el caso de Jesús. Su fama, popularidad y compasión por la gente hizo que todos los buscaran para ser sanados. Y es esa condición que va a suceder algo extraordinario; único caso en la Biblia y en la historia de Jesús.
Un sufrimiento de 12 años v. 25
Este texto nos ubica en la real situación que vivía esta mujer.
Los próximos versículos nos vamos a enterar de varias cosas que estaban detrás de esta sufrida mujer, pero el hecho de tener este tipo de sufrimiento la comprometía a una tensión emocional diaria, a un dolor permanente y a una condición social que la ley tenia sus estipulaciones lo que hacia peor su infeliz vida. Estamos hablando de un problema menstrual crónico. Ella estaba condenada a una vida verdaderamente trágica. Un resumen de su estado lo pudiéramos resumir de esta manera:
Su condición desde el punto de vista de la ley (Lv. 15:25-30) era considerada como una mujer inmunda. Ella tenia el mismo tratamiento de un leproso, pues no podía entrar ni en el templo ni en la sinagoga. Desde el punto de vista marital, pues no podría estar con su marido, si lo tenia. Desde el punto de vista maternal no podía estar con sus hijos, si los tenía.
Desde el punto de vista del hogar debería tener sus propias cosas, sin tocar las demás debido a su condición. Como ya hemos dicho, desde el punto de vista religioso estaba execrada del templo. Y desde el punto de vista social, nadie se le acercaba. Su vida, pues, era toda una pena y una vergüenza.
Además del sufrimiento físico, un sufrimiento económico v. 26.
Bien podemos concluir que desde el punto de vista medico esta mujer estaba desahuciada, sin embargo, no le decían nada, a lo mejor para seguirla explotando debido a su condición. Al leer bien el texto nos damos cuenta de que dice literalmente que ella “había sufrido mucho de muchos médicos” lo que incidía para que su frustración fuera peor.
Con la experiencia de esta mujer nos encontramos con aquellos casos donde la gente va en busca de una salida, y si bien es cierto que se le crean muchas expectativas al final este es el resultado. Hay una necesidad en la vida que solo Cristo la llena. Yo creo en el “apostolado de la ciencia medica”, pero también creo que hasta donde la ciencia llega, allí comienza el milagro divino. El haber gastado todo lo que tenía también es una frase que habla mucho en esta historia. De esto inferimos que esa mujer alguna vez tuvo dinero ahorrado. No sabemos si ella lo había ahorrado (12 años atrás), pero ahora nos dice el texto que lo había gastado todo. Mis hermanos, hay en esta declaración un mundo de cosas para pensar. Cuánta gente al igual que esta mujer lo ha gastado todo en su vida, buscando llenar algún vacío y no lo ha conseguido.
Muchas vidas andan vacías después de haber gastado todo en aquellas cosas que buscó para satisfacer su sed de amor, de significado y encontrar la felicidad que cada vez se le ha hecho lejana. Los remedios humanos no siempre sirven para curar las enfermedades del alma.
Si tan solo pudiera tocar el borde de su manto v. 27
Mis hermanos, la autentica fe toma decisiones. Creo que este es el versículo más importante y decisivo de esta historia. Esta humilde mujer se expuso a la critica y la vergüenza pública al hacer esto, pero en este acto había una fe abundante, una convicción profunda que aquel hombre, tan distinto a los médicos que la habían tocado, podía sanarla.
En ella se observa un deseo profundo de acabar con aquel azote que la mantenía esclava por 12 años.
Aquella pobre mujer decidió no perder más tiempo y buscó a Jesús, no para una entrevista, como lo haría cualquier persona sana, sino por necesidad. Cuando todo se ha agotado, cuando ya no hay más salidas a mi condición, todavía nos queda Cristo. Todo él es misericordioso, compasivo, pero sobre todo él es todopoderoso y eso es lo que ella pensaba en su fe al desear tan solo con tocar el borde de su manto, que no era lo mismo que darle un abrazo.
Sanada en el mismo momento, lo que no había hecho nadie más v. 29.
He aquí lo que esta mujer buscaba. Jesús va a decir a sus discípulos que un poder había salido de él y ese poder era sanador (v. 30). El poder para sanar que salió del Señor puso en evidencia lo que aquella mujer había sentido: su cuerpo quedó sano de aquel azote. Quedar libre de aquel “azote” implicaba más que quedar libre de una enfermedad física. Aquella mujer vivía en temor, en soledad y con un continuo desánimo. Cuando el Señor sana de una enfermedad física, primero te sana de alma y del espíritu.
¿Qué hay detrás de esta historia de sanación?
Bueno, que muchas personas, al igual que esta mujer con sus conciencias abatidas, quienes a lo mejor pasaron tristes años en búsqueda de paz con Dios y no la encontraron, seguramente buscaron remedios de los hombres, pero no encontraron liberación alguna. Quizás al igual que esta mujer, se cansaron de ir de un lugar a otro, a lo mejor de una iglesia a otra para sentirse peor. Sin embargo, cuando se encontraron con Jesús sus vidas encontraron sentido.
“¿Quién ha tocado mis vestidos?” fue la extraña pregunta de Jesús v. 30
La pregunta de Jesús trajo la reacción de los discípulos. Lo lógico era pensar que alguien de todos los presentes lo había tocado. Debemos acordarnos de que Jesús no es como algunos modernos pastores o evangelistas que tienen guardaespaldas que los protegen de la multitud, tanto así que algunos no quieren que los toquen y que ni siquiera les lleguen cerca.
Pero lo cierto de esto es que Jesús sabía que alguien le había tocado con la intención de ser sanado. El poder que salió de él solo respondía a un enfrentamiento con otro poder, el de la enfermedad que tenia azotado a aquella pobre mujer. Mis hermanos, que bueno seria que tuviéramos mas hombres y mujeres que buscaran a Jesús para tocarle, así fuera el borde de su manto. Cuanto necesitamos esta fe.
Salva y sana, en ese orden v. 34.
Después que Jesús comenzó su búsqueda a través de un interrogatorio para saber quién se había osado a tocarle, aquella humilde mujer fue descubierta y quedó expuesta ante la mirada de todos.
Los que la conocían sabía que ella no debería estar allí. Había una sola sentencia para ella y era la excomunión de los santos. Bien puede uno ver los ojos de la multitud juzgándole, los ojos de los discípulos asombrados de su Azaña, pero sobre todo los ojos de Jesús. Su mirada tuvo que ser compasiva y de aprobación. No fue una mirada de juicio, sino de satisfacción porque por su fe ella había sido salvada y sanada. Por cierto, esto sigue siendo el orden que el Señor nos ha dejado a través del evangelio. Antes de sanar el cuerpo, el vino a sanar el alma.
Hoy seguimos viendo a los traficantes del evangelio que proclaman más los beneficios del evangelio en traer la sanidad al cuerpo, que la del alma, la mas importante de todas. En muchos casos Jesús sana el alma y también el cuerpo, en otros solo sana el alma y deja la enfermedad con algún propósito; recordemos el caso de Pablo. Mientras que también tenemos el caso de algunos que fueron sanados del cuerpo, pero no de su alma, ese fue el caso de los nueve leprosos… solo uno vino a dar gloria a Dios.