Jesús es suficiente para enfrentar el poder de la muerte

Los padres responsables tienen una marcada preocupación cuando se trata de satisfacer las necesidades de sus hijos. En la historia de hoy tenemos la vida un padre que tuvo una pesada carga por su hija. 

Su nombre es “Jairo” que literalmente significa “iluminado”. 

Tenía una preciosa niña de 12 años a punto de morir. 

¡Qué escena tan dramática! ¡Qué carrera contra la muerte en un ser tan especial! Así que, contra todos los impedimentos este hombre busca a Jesús. Véalo sorteando todos los obstáculos para llegar a él. Véalo cayendo de rodillas delante del Señor. Este principal de la sinagoga nos demuestra la importancia que tiene la responsabilidad de traer nuestros hijos a Jesús. En su caso fue por la enfermedad que agobiaba a la hija. 

Pero cualquiera sean otras circunstancias, no habrá nada mejor para nuestros hijos que traérselos al Señor. Ningún padre debiera estar feliz hasta que no se asegure que sus hijos vengan a Cristo. 

Leamos su historia Marcos 5:21-24; 35-43

La gente buscaba a Jesús y no tiempo para descansar.  v. 21

Jesús había tenido un gran rechazo en la tierra de los gadarenos, pero contrario a aquel momento, vea la multitud que ahora le espera al llegar a la orilla. Si seguimos a Jesús desde que cruzó el mar con sus discípulos, con un cansancio tan grande que se quedó dormido en el barco y ahora verlo ir y venir otra vez sin haber descansado lo suficiente, nos muestra la gigantesca tarea del Maestro en ayudar a los tantos que demandan de su ministerio. 

Un rabino arrodillado frente a otro rabino mayor que él v. 22

¿Qué sucede cuando la supuesta “felicidad” del hogar es trastocada por una prueba? ¿Qué sucede cuando alguien de la familia es sometido a la prueba más severa, próxima a la muerte misma? Vea la investidura de ese hombre. Un “principal de la sinagoga” era un hombre de mucha influencia para los judíos. Esos hombres no eran dados a quebrantarse, y la gran mayoría de ellos menospreció al Señor. 

Pero aquí tenemos a un hombre que, frente a la dificultad de la vida, se postra, se humilla, reconociendo la necesidad de aliviar la carga en su familia. ¡Qué cuadro más elocuente cuando vemos la actitud de este padre delante del Señor! El mundo está urgido de padres que vengan a Jesús en humildad intercediendo por sus hijos. Sólo él los salvará.

Una súplica agónica para salvar a la adolescente v. 23

 Este padre de familia llegó a un nivel de desesperación. La impotencia se apoderó de su condición en ese momento. Todo parecía conspirar en su búsqueda. El reloj no paraba. La hija de su corazón agoniza. La enfermedad la consume. Lo eminente de la muerte ya está presente. La oración y el ruego de este hombre crecen cada vez más en la crisis. Sus palabras no podían ser más expresivas: “Mi hija está agonizando”. 

La Biblia no dice cuál era la enfermedad, pero por la manera desesperada de este buen padre, la enfermedad tuvo que ser algo que estaba acabando con su temprana vida, a juzgar por los resultados finales. Mis hermanos, hay condiciones en las familias que tienen a sus hijos “agonizando” en medio de una rebelión, una adicción a las drogas, por haber sido abusados o porque ahora se declararon abiertamente con otra inclinación sexual.   

Y es que cuando se trata de salvar a nuestros hijos, el asunto es muy serio. No hay tiempo que perder. En el caso de esta historia, Jesús no volvería a pasar por allí.  Era en ese momento. Y aunque este hombre se va a encontrar con una multitud que impedía la prontitud de Jesús para llegar a su hogar, eso no le detiene en búsqueda. Al final esta demanda tendrá su resultado, pues Jesús mismo va a decir: “No temas, cree solamente”. Creer es lo que necesitamos para ver salvo a nuestra familia. 

 Esto demanda una fe inalterable v. 23b. 

Observemos en este texto las tres grandes peticiones que hace Jairo, que son verdaderos retos para los padres que buscan a Jesús para que te tenga cuidados de sus hijos. 

Primero vemos una urgencia por lo que amerita el caso, en su ruego extremo; en segundo lugar, la petición de poner las manos sobre su hija, lo cual se acostumbraba en los actos de curación; y tercero la certeza de su fe que su niña iba a ser sanada y que viviría por la intervención de Jesús. Con esto vemos la poderosa actitud de Jairo que se acerca a Jesús con determinación, sin preocuparse por su estatus social. 

Jairo fue un padre creyente. Creyó que, si Jesús tocaba a su hija, ella sanaría. Este padre nos deja un gran ejemplo que debemos seguir. Felices los hijos que cuentan con padres como Jairo. Que creen en el poder de transformación del Señor. Un padre responsable se asegura que sean las manos del mismo Señor que toquen a sus hijos. Que cuando nazcan, sean sus manos las que les bendicen. 

Que cuando comiencen a crecer sean esas manos las que moldeen su carácter. Que cuando lleguen adolescentes, sean esas manos las que le toquen para sus pensamientos y actitudes reflejen que ya es un hijo de Dios. Las manos de Jesús que crearon al mudo pueden crear una hermosa vida en nuestros hijos.  ¿Cuáles manos están tocando a nuestros hijos? 

Un hombre angustiado e impedido por una gran multitud v. 24  

Hemos dicho que no sabemos cuál era la enfermedad de la hija de Jairo, pero a juzgar por la forma cómo llegó a Jesús, y las palabras “mi hija está agonizando” era una clara evidencia que aquella adolescente se estaba muriendo y no se podía perder más tiempo. La desesperación de Jairo hace pensar que su hija debiera ser atendida de inmediato, antes que otro caso. Pero es aquí donde hay que depender del Señor. 

La desesperación nos puede hacer perder el control. Y si bien es cierto que la crisis por la que pasamos nos parece que es la peor de todas, debemos saber que hay otros peores que nosotros. Este fue el caso de aquella pobre mujer y su flujo de sangre. No claudique cuando busca ayuda, crea solamente.

 “Mientras él aún hablaba…” es una oración muy importante en esta historia. Jesús está declarando sana a una mujer que por doce años padeció por un terrible flujo de sangre. El milagro se dio por el toque del manto de Jesús. Así que mientras aquella mujer se va a inundar del más indescriptible gozo, pues quedó libre de su azote, ahora hay un hombre que va a escuchar la noticia que producirá una gran devastación.  ¿Quién está preparado para las malas noticias, sobre toda si las mismas tienen que ver con nuestra familia? 

La insensibilidad a veces no calcula el dolor de quien está padeciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Lo último que todo padre quiere oír. 

Estas son las últimas palabras que queremos oír frente a un hijo que está enfermo o pasando por alguna otra crisis.  Si aquella hija era única, y es lo que se cree (Lc. 8:42), el corazón de Jairo tuvo que estar destrozado. ¡Todos los hijos son especiales, pero una hija de doce años es sumamente especial!  Y cuando este responsable padre se iba a derrumbar por la noticia inesperada, le salió al encuentro el salvador, quien le dice: “No temas, cree solamente”. 

Así que, frente a una noticia mortuoria, hay una palabra de vida. Frente a una noticia desalentadora, hay una palabra de esperanza. Frente a una noticia que quebranta el alma, hay una palabra de consuelo y esperanza. “No temas, cree solamente” son las palabras que el Señor nos presenta para que, ante la adversidad que pasan nuestros hijos, tengamos la certeza que el Señor obrará en sus vidas. Que el Señor nos de la fortaleza para resistir las malas noticias y saber esperar en el Señor.

Observe en esta historia cómo Jesús confronta la crisis de la duda cuando esta está a punto de apoderarse del corazón y hacer un estrago mayor. Jesús con autoridad la reprende y trae una gran confianza en el padre atribulado. Vea la manera como Jesús se hace dueño de la situación. 

Jesús jamás deja solo al que piensa que ha perdido la esperanza v. 38

Jairo logró que el Señor viniera a su casa. ¡Qué tremendo privilegio! ¿Puede imaginarse la escena?

 Vea a la multitud moviéndose para una sola casa. Si hubiese habido celulares en ese tiempo, Jairo le habría dicho a su esposa: “Mi amor, tranquilízate, Jesús va conmigo y también una multitud… todo estará bien”. Jairo confió en la palabra del Señor y allí lo lleva. Como era de esperarse, la muerte siempre es causa de dolor tristeza y profundo lamento. Pero en medio de ese dolor aparece el que tiene poder sobre la vida y la muerte. 

Allí está el que ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”. Mire ahora al Señor actuando. Cristo habló de la muerte como un sueño. 

Para él la muerte no era el fin de la vida, sino la oportunidad para vencer al que tenía el poder sobre ella. Y echando fuera a los burladores, pues para qué tenerlos allí sino creen en el poder de Dios, se dirigió con sus tres amigos y los padres. Jesús está en el hogar, y cuando él es está allí, aquel hogar cambia su tristeza en risa y su lamento en baile. 

Bienaventurado el padre que invita a Cristo a su casa. Nadie le hará más bien que él. ¿Habita Cristo en su hogar?

Jesús es Dios de vivos, no de muertos v. 42

Como era de esperarse, Cristo tiene poder para levantar, sanar y curar al caído. Una sola palabra de él y es suficiente. “Talita cumi… son palabras que levantan al que ya perdió la esperanza.  Cristo tiene poder para levantar a nuestros hijos contra todo aquello que viene a sus vidas para destruirles. Pero debemos traer a Jesús a la casa. Vea que Cristo pudo dar una palabra a la distancia y eso habría sido suficiente. 

¿Qué hace Jesús con nuestras cargas familiares?   

Pues se acerca con ternura y compasión y nos dice: “No temas, cree solamente”. Hay noticias que tienen la misión de devastar la paz de nuestros hogares. Pero allí está Jesús en medio de ellas para levantarnos. Lo primero que Jesús hace es escuchar nuestras súplicas. 

No hay angustia que venga al corazón de unos padres responsables por la condición de sus hijos que no sea respondida. Jesús no permitirá que ningún temor se apodere de la vida para que quedemos sin esperanza. Un hijo es un tesoro muy preciado. Jairo nos muestra ese lado tan familiar. 

Así que nuestro mayor empeño debiera ser traer nuestros hijos a Cristo para que él los sane o los “resucite”. Muchos de nuestros hijos pudieran estar “muertos en sus delitos y pecados” y urgimos de traer a Jesús a sus vidas. No los dejemos solos. Asegurémonos que ellos vengan a Cristo.