Jesus es suficiente para limpiar al que vive con una condicion inmunda

(Lucas 5:12-16)

Lucas no solo fue un historiador, sino también fue médico, y casos como el anterior (la sanidad de la suegra de Pedro de fiebre) y el de ahora que tenia que ver con una enfermedad como la lepra que era simplemente incurable, eran de su especial atención.  Hemos venido diciendo que después que Jesús regresó de ser tentado, lo hizo en el poder del Espíritu Santo y cuando leyó en a Isaías 61:1, a partir de ese momento estaba revestido del Espíritu del Señor para enfrentar los poderes terrenales.

Y ese Espíritu era el que necesitaba porque se iba a enfrentar a los poderes que tenían controlado a los hombres. En el estudio anterior lo vimos enfrentarse a poder de los demonios, y ahora se enfrentará a otro poder también mantenía a los hombres esclavizados como lo era la enfermedad de la lepra. Quienes padecían esto hasta habrían maldecido el día cuando nacieron. 

¿Qué tan grave era esta enfermedad?

“La lepra es una patología bien conocida desde tiempos antiguos, estigmatizante, mutilante, socialmente marginarizante, crónica, con una expresión de lo más florida y variable, terrible para el paciente, marcadora de su forma de vida y de su destino. Su evolución lenta hacía de este padecimiento un calvario, cuya terapéutica antigua se basó en combatir sus estados sintomáticos, como resultado del conocimiento limitado de la época” (Copiado).

 Simplemente no había cura para los que padecían de esta tragedia en sus cuerpos. 

Un leproso era una persona inmunda, execrada y por donde iba tenia que anunciar su presencia que seguramente le constituía, a parte de su terrible dolor y su olor nauseabundo, una gran pena moral que ampliaba su condición por el desprecio de la sociedad que les tocó vivir.  Un leproso es la representación más triste de una persona abandona por los demás y quien vive en su más oscura y solitaria vida. Es una representación para el hombre de hoy que vive fuera del alcance de las misericordias del cielo, sin esperanza y sintiendo que muere lentamente sin que nadie le atienda por sentirse despreciado. 

Esto era lo que pensaban los judíos de ellos:

“De hecho, para los judíos, un cadáver era la única cosa considerada de mayor contaminación que la lepra. Lo más cruel para un leproso, más allá de su situación física, era su condición de despreciado de la sociedad. Simplemente no había espacio para él. En una palabra, los leprosos, eran intocables.” (Juan Carlos Cevallos y Rubén O. Zorzoli, Comentario bíblico mundo hispano, Tomo 16: Lucas (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2007), 128.

Leamos el pasaje de Lucas 5:12-16 para entender la realidad esta enfermedad y la manera como Cristo se va a dedicar a este caso, incluyendo su toque a lo que le era prohibido. 

Un hombre lleno de lepra, postrado, rogando ser sanado v. 12

En el estudio anterior terminamos hablando de un versículo que nos decía que la fama de Jesús se extendía por todas partes (Lc. 4:37), por lo tanto, todo mundo sabía del “tal Jesús” y en la presente historia, si alguien deseaba verlo era este leproso. Lucas, como médico afirmó que este hombre estaba “lleno de lepra”, lo que hace suponer que era una enfermedad muy avanzada.  En este texto vemos varias cosas que hizo este hombre. Él vino a la ciudad, lo que le estaba prohibido pues todos ellos tenían que estar lejos de la gente.

Él rompió el protocolo que ponían las leyes ceremoniales, entre las que se establecía un mínimo de 2 metros de separación entre ellos y otra persona, y si hacia viento, tenían que estar hasta 30 metros de distancia.  Pero este nombre se postró delante de Jesús, lo cual fue una aproximación muy cerca para un rabino. 

“Se postró con el rostro a tierra y le rogó”. 

Él hizo lo que muchos no hicieron en ese tiempo, ni lo hacen ahora. Para algunos, Jesús no les causa admiración. Esta expresión revela la humillación que este hombre demostró delante del Señor.  Sin saberlo, en este hombre se va a cumplir el texto que dice: “Cualquiera que enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 18:14). Humillarse es el camino de la grandeza. El rogar de este hombre también es parte de lo que Dios busca en aquellos que le siguen. El salmista decía: “Este pobre clamo, y le oyó Jehová, y lo libro de todas sus angustias, y los versículos 17, 18, 19 “Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano esta Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librara Jehová”. 

Señor, si quieres, puedes limpiarme”. 

Otra actitud digna de ver en este hombre es que llama a Jesús “Señor”. Lo llama “kurios” que era un título que solo lo ostentaba el emperador. Eso significaba una posesión de poder o de autoridad. La idea es de alguien que es amo a quien hay que prestarle reverencia y respeto. Este hombre no era religioso, no pertenecía a alguna escuela de enseñanza teológica. El simplemente reconoció en Jesús la autoridad y por eso le llama así. “Si quieres, puedes limpiarme”. Esta declaración es tan distinta a otras donde las personas demandan de una vez el ser sanados por Jesús, o como el caso del ladrón en la cruz que le exigía a Cristo que se salvara a si mismo y lo salvara a él. 

Este leproso muestra la condición en la que debiera venir todo hombre delante del Señor. Y este “si quieres” (otros ni habían querido, ni tampoco habían podido) es el anhelo de un corazón que sabe que no hay otro sino Cristo, el único que pueda hacer algo por su pena y su dolor. Con esto el leproso puso en manos del Señor la decisión de sanarle o no. No hay una demanda, no hay exigencia, no hay una declaración como las tantas que tenemos hoy donde se le dan órdenes al Señor.

Desear, tocar y quedar limpio, esta es la acción de Cristo ahora v. 13

Lo primero que vemos en este texto es una actitud sorprendente, atrevida y arriesgada de parte del Señor. Vea el proceso de las acciones de Jesús. Primero extendió su mano, luego le tocó y fue después de esto que le dijo: “Quiero; sé limpio”. La actuación de Jesús levanta las preguntas que alguien haría en su tiempo. ¿Era necesario hacer esto? ¿Acaso Jesús no tenia el poder para sanarlo sin tocarlo? ¿No daba Jesús una palabra en la distancia y las personas eran sanadas? Pero el asunto es que Jesús rompió con todos los predicamentos legales y tradicionales, para mostrarnos un nuevo modelo de acercamiento al oprimido. 

Aplicación: 

El asunto mis hermanos es que no se puede ministrar a la gente si no se les toca. La gente que sufre tanto busca y espera una mano que le toque, que le abrace, que lo levante de su postración. Cuando Cristo hizo esto dio dos lecciones a los espectadores del momento. Se la dio a sus discípulos para que ellos hicieran lo mismo en su nombre y se la dio a los fariseos, los hostigadores de oficio que estarían criticando al Maestro por lo que hizo. Ningún rabino ni siquiera podía acercarse a un leproso, mucho menos tocarlo. 

Y al instante la lepra se fue de él”. 

Lucas nos había dicho que este hombre estaba lleno de lepra. Seguramente no había una parte de su cuerpo que no estuviera contaminada por esta terrible enfermedad. Pero este hombre, a quienes ni su propia familia podía ver, ahora toda su piel ha regresado a su normalidad, y a juzgar por la referencia de otros pasajes, es posible que aquella piel llegó a ser como la piel de un niño. ¿Puede imaginarse aquella escena? ¿Puede ver los rostros de aquella multitud atónita frente a semejante milagro? Lo cierto es que la lepra desapareció al instante, pues su palabra poderosa tiene la función de crear o recrear las cosas. El “quiero de Jesús” es como cuando creo el mundo con su palabra, y dijo, por ejemplo: “Hágase la luz”. 

“Y él le mandó que no lo dijese a nadie…”

¿No decirle a nadie? Como no decirle a nadie lo que le había pasado. Pero, además, allí había una multitud que fue testigo de eso, no se podía callar lo ocurrido v. 14. Bien se podía pensar que Jesús estaba pidiendo un imposible. Lo que Jesús está mostrando con aquello era que ya la venia confrontando problemas con las autoridades y por cuanto su fama iba creciendo, no quería ser causa de sublevación de la gente antes de tiempo. El único que Jesús quería que supiera era el sacerdote para no quebrantar el orden que establecía la ley. El sacerdote era quien daba el visto bueno para que aquel hombre regresara a su normalidad, que incluía el regreso a su casa, a la sociedad y a la sinagoga de acuerdo con Levíticos 14:1-11. 

Era inevitable que la gente no hablara de lo que estaba a la vista v. 15. 

Lo que Jesús hace no puede quedarse encubierto. El cambio en la vida de una persona simplemente es notorio. Los demás tienen que enterarse. Jesús debe seguir siendo glorificado por su inmensa y única obra. “No podemos callar lo que hemos visto y oído” dijeron los discípulos después. Las obras del Señor son el testimonio que los demás deben conocer.