Parábola de “La Perla de Gran Precio”

(Mateo 13:45-46)
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”.
Mateo 13:45-46
Esta es otra parábola de las que siguen tocando el tema del reino de los cielos. Es la sexta de ellas, y es conocida con el nombre de la parábola de la “perla de gran precio”, y esta al igual que la anterior, la de “el tesoro escondido”, tienen que ver con el mismo tema: el valor del reino de Dios en la vida del ser humano.
La diferencia que podemos ver entre las dos sería que mientras en la parábola del tesoro escondido, el hombre encontró el tesoro de una manera inesperada, en esta el hombre está en búsqueda de una buena perla y hace lo mismo que el anterior: vender todo lo que tiene para comprarla.
En ambas se puede ver el sacrificio que hacen los hombres para comprar lo que han encontrado que es de mucho valor.
Si en la anterior parábola el hombre era un agricultor, acostumbrado al trabajo en el campo, en esta parábola la figura es de un mercader que busca buenas perlas. En ambas sigue la comparación del reino de los cielos.
Como contexto de esto podemos decir que en el Medio Oriente las perlas eran consideradas como uno de los tesoros más valiosos que una persona podía adquirir por lo que su precio era grande.
La inmediata lección LAque uno puede aprender de está parábola es el inmenso valor que el reino de los cielos tiene en la vida del hombre.
Una palabra acerca de las perlas
Una perla es una joya, considera entre las piedras más preciosas que hay en el mundo. Las perlas más perfectas y bellas son muy raras y caras.
El 21 de noviembre de 2010 los chinos mostraron al mundo la perla más luminosa, grande, pesa y cara del mundo. Su peso es seis toneladas, mide 1, 6 metros de diámetro y su costo oscila entre los $300 millones.
La mayor parte de las piedras preciosas son minerales, extraídas desde el fondo de la tierra. Pero la perla se forma dentro de un animal – un molusco en el mar – la ostra, con concha.
¿Cómo es su formación?
Bueno comienza con un grano de arena o algo sucio que entra en la ostra. Eso la lastima y la hiere. Así que la ostra comienza a cubrir ese sucio con un líquido que se llama nácar.
En la medida que ese nácar va cubriendo al intruso, el liquido se va endureciendo.
Se estima que a los siete u ocho años ya hay una bolita blanca – del mismo material de la parte interior de la concha.
De acuerdo con las estadísticas, de cada veinte ostras puede haber una que tenga una perla de suficiente calidad para usar en la joyería.
¿No es interesante que esa arena o sucio que no tenia ningún valor se convierta en algo tan valioso y buscado? El valor de la arena dependió de otro.
El oficio del mercader de perlas.
Este no es un hombre común y corriente. Es un hombre que conoce muy bien el trabajo. Un hombre quien negocia perlas es alguien que conoce su valor; conoce la perla verdadera, no se le puede enseñar con una perla de imitación.
Cuando buscamos en el original griego la raíz de esta palabra explica que aquel hombre era comerciante de ventas al por mayor.
Pero note que de acuerdo con el texto este mercader también era un probador. Era alguien que tenía una especie de “ojo clínico” para el negocio.
Bien podemos ver que este hombre se ganaba la vida valorando perlas costosas por su calidad y valor.
¿Quién es el mercader de esta parábola?
Lo primero que vemos a es a uno que vende todo para comprar la perla. En esta declaración es cuando comenzamos a ver el “tesoro escondido” de las parábolas.
Considere que el mercader llegó al mercado de las perlas y se encontró con una “perla preciosa”. El creyente sabe que hay una Perla de invaluable valor que se llama Cristo.
Él sabe que necesita vender todo lo que tiene para comprarla. Claro está que al revisar sus cuentas bancarias o alguna de sus propiedades, si las tiene, descubre que no puede comprar semejante Perla. Ni trabajando toda una vida podrá amasar una fortuna que le permita hacer algún ofrecimiento para adquirirla.
Entonces, ¿qué debe vender el mercader para adquirir semejante joya? He aquí el asunto más serio de esta parábola.
El “mercader” que en este caso puede representar al creyente, se le plantea el desafío más grande respecto a lo que tiene que vender para adquirir semejante joya.
Adquirir esa joya significa para el creyente vender su alma en su totalidad a Dios, su corazón con todos sus deseos, su mente con todos sus pensamientos y su voluntad para hacer la de Dios. Eso cuesta la “perla preciosa”.
Por otro lado, el mercader es uno que compra la perla y no la vende jamás. Aquí está el otro secreto de la parábola. El texto nos dice que el mercader una vez que consiguió la perla preciosa no negoció con ella.
Como era tan preciosa, y en efecto era la que buscaba, ahora la retiene para si. Esto significa que este hombre ya no siguió siendo un buscador de perlas. Su trabajo concluyó cuando la encontró. Ahora la Perla preciosa representaba todo para él. Ella era su regocijo, su más completa satisfacción.
Mis amados hermanos cuando nos encontramos con la Perla preciosa que es Cristo, cesa toda búsqueda en la vida.
¿Puede haber algo mejor de Cristo para satisfacer nuestra alma y espíritu?
Después que Saulo de Tarso se encontró con esa Perla, vendió todo lo que tenía, tanto que llegó a considerarlo como “basura y como pérdida” por la excelencia de Cristo.
Y al ponderar el valor de semejante “perla preciosa” llegó a decir: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Colosenses 1:27).
En esta parábola, como en otras de este tipo, Jesús comienza diciendo: “…porque el reino de los cielos es semejante a…”, para comparar a qué se asemeja el reino de Dios en medio nuestro.
La presente parábola tiene ese fin.
Al hablar de ese reino decimos que la “perla preciosa” tiene un dueño que es Dios; usted tiene que saber que nada es superior a él. Que la perla preciosa representa a Cristo; ¿y qué otra perla pudiera superar su valor?
Y sin bien es cierto que el buscador de perlas representa al creyente, sobre todo en lo que respecta a su búsqueda, no tanto en vender para comprar, sino en su entrega que hace al Señor hasta alcanzarle, en el caso de la salvación, el mercader representa a Cristo porque él si tenía como comprar la perla, su propia sangre.
Alguien dijo que Cristo como comerciante es un hombre involucrado en el negocio de llevar a cabo el comercio celestial.
El vino a establecer su empresa de buscar perlas preciosas. Esto lo dijo cuando a penas contaba con doce años, al responderle a sus padres “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49).
Y ¿cuál es esa perla preciosa que el vino a buscar y salvar?
La perla es la iglesia. Ella es la esposa del Cordero (Apocalipsis 21:9), y ha sido comprada por un precio demasiado alto. “…la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). “La redención de la posesión adquirida”
(Efesios 1:14). “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
¿Cuál fue el precio que el Mercader Divino pagó la Perla?
El precio fue su propia vida. El vendió todo lo que tenía (Mateo 13:46). Él se hizo pobre, aunque era rico por amor a nosotros (2 Corintios 8:9).
Cristo puede decir de su iglesia: “He hallado la perla de gran precio”.
Asi como Booz encontró a Rut y la redimió a sí mismo, de igual manera la desposada de Cristo es su gran perla que no tiene precio. Pero esa Perla ha sido rechazada por muchos, sin embargo, a “todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12)