Parábola de los dos hijos
(Mateo 21:28-31)
“El Mejor de dos Hijos Malos”
La parábola que vamos a estudiar describe como ninguna otra la naturaleza del ser humano a través de dos clases de hijos de los que ninguno podía considerarse 100% bueno. Forma parte de las llamadas “parábolas de la vida” y fue pronunciaba mientras Jesús se dirigía a enfrentar el tormento de la cruz. Jesús presenta esta parábola a través de una pregunta que hace a los religiosos de su tiempo. Con ella hablará de la importancia de la obediencia a sus palabras.
Por lo tanto, el tema central de esta parábola será la obediencia al Padre. Lo que sabemos es que “la obediencia es la verdadera prueba de nuestro amor por Cristo y el secreto para descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas”. Sin la obediencia, nuestra vida será comparada a uno de estos dos hijos. Lo más seguro es que cuando Jesús hizo referencia a esta parábola tenía en mente a los religiosos de su época, representados en el hijo que dijo que iba y al final no fue.
Pero a su vez, tenia en mente a los gentiles, aquellos que escucharon el mensaje, que si bien es cierto que al principio no aceptaron a Jesús como tal, le siguieron. Ellos van a estar representados por los publicanos y las prostitutas. En apenas días Jesús estaría enfrentando el más grande desafío de su vida como era morir por los pecados de la humanidad. Allí sería probada su obediencia a Dios. Sería el momento más difícil de su vida. Su intensa oración del Getsemaní fue un reflejo de lo que significaba tomar la copa amarga de la cruz. Pero al final lo hizo, y fue obediente al Padre. Esta parábola va a ilustrar la importancia que tiene hacer la voluntad de Dios por encima de nuestras propias decisiones.
Leer el pasaje de Mateo 21:28-31
He aquí la pregunta que hace Jesús y que da lugar la parábola.
Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos.
En esta parábola Jesús toca otra vez a la familia como lo hizo con la parábola del hijo pródigo. Aunque las reacciones van a ser un poco distinta, al final la forma cómo actuaron fue parecida. En ambas parábolas, estos hijos representan una actitud de desobediencia.
Así que Jesús vuelve a traer este tema frente a una dirigencia religiosa que no conocieron los tiempos de Dios y le desobedecieron siempre.
Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
Lo primero que tenemos que decir es que este hijo, que es el que obedece, no puede considerarse del todo bueno, porque en lugar de obedecer de inmediato, se negó, pero luego vemos que se arrepintió de haberse negado y terminó obedeciendo, redimiéndose de su mala conducta.
Vamos a considerar las tres etapas de la actuación de este hijo “medio bueno”:
En primer lugar, este hijo se niega. Enfáticamente dice: “No quiero”. En esta negativa bien puede uno ver la actitud un tanto grosera en responderle al padre de esta manera.
¿Será distinta a la de muchos hijos en el día de hoy?
Así que lo primero que vemos es una total irreverencia ante el pedido del padre. Y en esta parábola, al igual que la del “Hijo Pródigo”, el padre mantiene una postura sin reproches, no fuerza nada, si no que le permite el uso libre de su albedrio, su derecho y posición de decidir por su propia voluntad.
En segundo lugar, el se arrepiente. Este joven al parecer tenía una conciencia que seguía trabajando en su vida, y mientras la respuesta al padre fue negativa, se activa en su corazón un sentimiento de culpa y a lo mejor por consideración ante la amabilidad paterna, se arrepiente de su negativa. Como alguien dijo: “El arrepentimiento es la retractación, dolor o contrición de acciones pasadas que son vistas como cosas que fueron mal hechas o indebidas para corregirlas”.
Todo esto para decir que no siempre las palabras y la promesas se compaginan con el carácter de quien así actúa. El arrepentimiento será siempre el camino para emprender lo mejor en nosotros.
En tercer lugar, este hombre fue. Como ya hemos notado, algo le impulso a este joven a ir a trabajar en la viña. La actitud de este joven va a ser la de los publicanos y las rameras que respondieron al mensaje arrepintiéndose de sus pecados (v. 31)
Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue.
Ahora tenemos al segundo hijo, el cual parece que es el bueno, pero no lo fue. Observe que el pronto dijo “Sí, señor, voy”. En este joven vemos la amabilidad que no tuvo el otro. Vemos la prontitud de la respuesta. Este dijo que obedecería de inmediato, pero no lo hizo, y esto lo hace un mal hijo. Veamos de igual manera sus tres acciones. En primer lugar, acepta ir, pero esto fue un fingimiento de su respuesta, porque su corazón manifestó su verdadero estado a través de su desobediencia. Este joven representa a los principales sacerdotes y los ancianos que pensaban que ellos hacían la obra del Padre, pero solo buscaban su conveniencia; no fue raro que por eso Jesús los llamó hipócritas (Mateo 23:13 & 23-29, Lucas 7:30)
En segundo lugar, se arrepiente. Pero lo que pronto notamos es que su arrepentimiento es para mal, pues su primera decisión fue de ir. Este joven tenía una apariencia de buen hijo, pero terminó siendo peor que el anterior. Él sería el equivalente al hijo mayor de la parábola del “Hijo Pródigo”. Nada es peor que decir que sí para luego decir que no.
En tercer lugar, no fue. Si bien es cierto que al principio aceptó ir a trabajar en la viña, para el padre solo hay una aparente obediencia, sin embargo, manifestó sus verdaderas prioridades. En verdad a este hijo no le interesaba trabajar para el padre; solo aceptó para que el padre no le siguiera importunando. La rebeldía de este joven se manifestó en sus acciones más que en sus palabras.
La pregunta que hizo Jesús fue:
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero.
La respuesta de los presentes fue correcta y con ella Jesús confrontó a los líderes religiosos que estaban representados con el segundo, porque el primero va a representar a todos aquellos que aparecen a continuación en el texto que sigue:
“Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios”.
Y así sigue siendo. Esta gente a quienes los fariseos menospreciaban tanto y los consideraban escorias de la sociedad, van adelante al reino de los cielos, porque ellos le creyeron a Jesús, mientras que el pueblo judío, para quienes Jesús vino primero (Juan 1:12), ellos simplemente le rechazaron y le mataron. El principio acá será el mismo.
La obediencia hará la diferencia entre entrar al cielo o perderse para siempre.
Entonces, de acuerdo con esta parábola, ¿cuál es el pecador que se salva? El próximo texto nos da la respuesta. Jesús termina esta parábola con un texto que debe ser profundamente considerado:
“ Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” v. 32
El resumen de todo esto es que los publicanos y las rameras, si bien es cierto que al principio dijeron “no quiero”, después se arrepintieron y fueron. Aunque sus vidas primeras fueron una negación llana y flagrante para no hacer lo que se les pedía, al final se arrepintieron. Sin embargo, “los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo”, con quienes el Señor estaba hablando ahora, estaban siendo representados por el segundo hijo, quien dijo: “Sí, señor”, pero no fueron.
Ellos fueron los primeros llamados y supuestamente había profesado obediencia, pero sus actitudes decían todo lo contrario. Ellos habían sido llamados con mucha anterioridad, y toda su vida habían profesado obediencia a Dios; pero vivían una vida de desobediencia continua. Y aunque vino Juan el Bautista con su llamado al arrepentimiento ellos no le creyeron. Le rechazaron pues solo “quisieron recrearse por un poco a su luz” (Juan 5:35); pero no oyeron el testimonio de Jesús. Pero los publicanos y las rameras le creyeron y finalmente fueron salvos. Esta es la verdad de esta parábola.
La parábola de los dos hijos enviados a trabajar en la viña es para mostrar que los que no sabían que el bautismo de Juan era de Dios, fueron avergonzados por los que lo sabían y lo reconocen. Toda la raza humana es como niños a quienes el Señor ha criado, pero ellos se han rebelado contra Él, sólo que algunos son más convincentes en su desobediencia que otros. A menudo sucede que el rebelde atrevido es llevado al arrepentimiento y llega a ser siervo del Señor, mientras el formalista se endurece en orgullo y enemistad (Matthew Henry, Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo (Miami: Editorial Unilit, 2003), 740).