Parabola de los obreros de la viña

(Mateo 20:1-16)
“¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?”
La antesala a esta parábola habla del encuentro de Jesús con el joven rico quien vino preguntándole qué podía hacer para ser salvo (Mateo 19:16).
Pero al verse confrontado por el Señor, pues era muy rico, se fue y se perdió en las penumbras de la noche. Ante esta situación los discípulos estuvieron preocupados, pues ellos le habían seguido hasta allí, y se preguntaron “… ¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (Mateo 19:25).
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible v. 26.
Entonces, Pedro en representación de los demás apóstoles, le preguntó: “…He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?” v. 27. La respuesta que Jesús dio a esa pregunta los llevó a decirles que todo lo que ellos hicieron al seguirle, no quedaría sin recompensa. De hecho, ya él les había asignado un situar de honor en el reino de los cielos v. 28, 29. Pero en esa repartición de galardones “muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” v. 30. Y para dejar claro este concepto, Jesús les presentó la parábola de “los obreros de la viña”.
Esta parábola, como las tantas que Jesús pronunció, tienen cosas que comentar y dejan en el lector las preguntas lógicas de una mente humana frente a cómo piensa Dios donde algunas cosas resulta ilógico en sus aseveraciones. La parábola nos presenta un jefe de familia, a una viña, una cantidad de obreros y las distintas horas para el trabajo. Nos muestra al dueño de la viña que va contratando obreros en distintas horas del día: a las 6, 9, 12, 3 y hasta 5 de la tarde. La sorpresa se la llevan cuando los que habían sido contratados a las 6 de la mañana recibiendo el mismo pago de los que habían sido contratados a las 5:00 pm. ¿Fue injusto el dueño de la viña al hacer eso? ¡No! Él convino con cada obrero que fuera a trabajar por un denario, independientemente de la hora. Esta parábola nos va a mostrar como ninguna otra lo que es capaz de hacer Dios con lo que es suyo. Que el asunto de sus galardones jamás tendrá que ver con nuestros méritos u obras.
Entre las curiosidades de esta parábola está el que algunos la han llamado “la parábola del ladrón penitente”, pues fue salvo a la última hora.
Veamos la parábola y analicemos en su rico contenido para nuestra edificación (Mateo 20:1-16).
Análisis de la parábola
Hay un padre de familia que va en búsqueda de obreros para su viña.
Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo (v. 1-5)
Ya hemos visto cuán común ha sido comparar el reino de Dios con las figuras cotidianas para la gente de ese tiempo, y la viña o cualquier actividad de agricultura, era algo que todos sabían y podían entender mejor lo que Cristo enseñó porque formaba parte de sus actividades. El padre es la figura central de la parábola. Él es el dueño de la viña, el que contrata a los obreros, el que asigna el salario, el que va en busca de ellos en distintas horas del día y el que al final responde acerca de las quejas que los primeros contratados tuvieron. La practica de contratar tantos obreros como fuera posible, era común en esos tiempos porque la cosecha de las viñas era rápida y había que recogerlas. Debido a la cercanía del invierno, el tiempo era más apremiante y la misma lluvia echaría a perder toda la cosecha.
De allí, pues, la solicitud de tantos obreros para que hicieran este trabajo. Las plazas eran los lugares donde se podían encontrar para esos trabajos rápidos. Así que no era extraño que se hicieran esos contratos a última hora. Un denario era el salario por un día de trabajo era, esto fue el contrato con los obreros desde las primeras horas del día. Lo primero que vemos acá es el contraste entre los que iniciaron su trabajo en la primera hora del día y los que entraron más tarde. Hay una clara referencia a un convenido que el “padre de familia” hizo en relación con el pago; o sea, un denario. Todos estuvieron de acuerdo con la propuesta y se fueron a trabajar en la viña.
“Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupado? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo” (v. 6-7)
Este fue el segundo grupo que entraron a trabajar en la viña solo dependiendo y confiando en la justicia del dueño de la viña, y curiosamente no demandaron cuánto valdría su trabajo.
“Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros” v. 8.
De acuerdo con la ley de Moisés a los obreros se les debía pagar al finalizar el día de trabajo para que ellos pudieran comprar el alimento para su familia (ver Lv 19:13; Dt 24:15; Mal 3:5). Por supuesto que había casos donde los dueños de los viñedos retenían el pago hasta el día siguiente con el propósito de asegurarse de que los jornaleros regresaran. Claro está que esto era una violación a la misma ley. Como era de esperarse, la hora llegó para pagarles el jornal. La paga comenzó desde los que comenzaron primero a trabajar hasta los últimos. Es aquí donde la parábola se hace interesante y difícil de entender.
“Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario” (v. 9-10).
De esta manera cuando llegó el momento para recibir el jornal, los primeros recibieron exactamente lo acordado, mientras que los otros fueron sorprendidos por la generosidad del dueño. Lo primero que sorprende de esta parábola es el orden en que se comienza a dar la paga. Lo más lógico sería haber comenzado a pagarle a los que fueron contratados desde muy temprano en la mañana, pero no fue así; más bien fue al revés. Todos recibieron el mismo denario. Si recordamos la primera parte de la parábola, los primeros acordaron trabajar por esto. El resto del grupo dejó en manos del jefe de la familia la asignación del salario. Lo que finalmente hizo el jefe de la familia fue darles a todo lo que él sabia que era lo justo.
“Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día” v. 11-12.
Bueno, a primera vista la queja y las demandas de estos obreros pareciera justas. ¿Usted que piensa? ¿A caso no trabajaron más los primeros que los últimos? Pero al analizar cuidadosamente el planteamiento de la parábola descubrimos que había aquí una actitud egoísta, más que verlo como injusticia. Los hombres que sólo habían trabajado una hora necesitaban alimentar también a sus familias tanto como aquellos que lo habían hecho todo el día.
Así que el patrón le recordó a uno de los murmuradores que habían sido contratados por un denario (13). Si él les daba más seria un privilegio de su parte. La queja realmente era por la generosidad del jefe de la familia. Eso es lo que siempre se va a decir del Señor.
“Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” v. 13-15
Estas son las dos preguntas que definen la parábola: ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? A la primera pregunta le respondemos que en efecto hay un solo ser en la vida que le es lícito hacer lo que quiere con lo que tiene, y ese es Dios. Porque lo que él quiere hacer será siempre lo mejor. Pero esta actitud entre los hombres es injusta y egoísta. La otra pregunta reflejaba que el obrero era egoísta como ya hemos apuntado, mientras que el amor era generoso.
“Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” v. 16
Esta es la parte donde la parábola nos muestra su significado. Si recordamos en el contexto de donde parte esta enseñanza, la misma fue referida como una especie de reprensión al espíritu que manifestó la pregunta de Pedro “¿Qué, pues, tendremos?”.
Pedro como siempre se consideraba primero a sí mismo. Sin embargo, algunos que llegaron más tarde podrían ser de los primeros. Este el asunto de la economía del cielo. Dios es soberano en sus galardones.
“No por obras, para que nadie pueda jactarse; ésta era la verdad que estaba en peligro de perder; pero que ahora El por la parábola estaba tratando de vigorizar; y, si nada era por obras, sino todo de gracia, entonces, nadie tenía por qué gloriarse sobre otro, ni reclamar derechos de parte de nadie”. Trench. (Ralph Earle, A. Elwood Sanner, y Charles L. Childers, Comentario Bíblico Beacon: Mateo hasta Lucas (Tomo 6) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 189–190)