Parabola del amigo que llega a medianoche

(Lucas 11:5-8)

Esta es otra parábola exclusiva de Lucas. De hecho, su estilo en presentárnosla es un fiel reflejo de esa pluma inspirada del “medico amado”. Lucas parece haber escrito más de las parábolas de las que Jesús pronunció que ningún otro.

 Otra característica de Lucas respecto a las parábolas es que en varias ocasiones nos presenta a ellas como si fueran “gemelas”, con un gran parecido en su contenido. Este es el caso de la parábola de la que nos ocuparemos ahora y la del juez y la viuda (Lucas 18:1-8). El contenido de las dos es acerca de la perseverancia en la oración y la manera como Dios responde a nuestros pedidos. 

Por otro lado, esta parábola, a diferencia de las anteriores, no comienza, diciendo: “el reino de los cielos es semejante a…”. Como el tema de parábola es acerca de la importancia de orar con insistencia, su contexto inmediato se desprende del encuentro que tuvieron los discípulos cuando Jesús oraba. Y de la petición que le hicieron: “enséñanos a orar como lo hizo Juan con sus discípulos”, Jesús les mostró el “Padre nuestro”, la más hermosa manera de orar, después vino la presente parábola y cerró ese texto hablando de un padre malo y el Padre bueno. 

Lo cierto fue que Jesús, en un solo texto, nos deja estas dos preciosas joyas, todas ellas acerca de la importancia que debe tener la oración para todos nosotros. Alguien ha llamado esta parábola: “El dueño mal educado”. Esto así por la manera cómo el hombre a quien la mujer va en la medianoche a pedirle pan para el viajero, la trata de una manera áspera y con muy poca cortesía. 

Tomaremos en cuenta, para los efectos del estudio, los tres involucrados en el relato; eso es, el amigo que viene de viaje, el amigo que sale a esa hora en busca de pan y el padre de familia, ya acostado, que tiene que levantarse por la “importunidad” de su amigo para dárselos. 

Leamos la parábola (Lucas 11:5-8)

El amigo de la media noche v. 5. 

En esta larga pregunta nos encontramos que la palabra “amigos” se repite tres veces. Es por esto por lo que algunos de los que hemos predicado de esta parábola, la llamamos: “La Parábola de los Tres Amigos”, aunque en lo personal, me gusta el título: “El Amigo de la Medianoche”. 

El asunto es que todo ocurre durante alguna alta hora de la noche, como para darle más significancia al tema de la oración.  Viajar de noche en ese tiempo al parecer era lo mejor por la inclemencia del calor durante el día. La importunidad del hombre que viene de viaje se ve reflejado en la salida del amigo a esa hora a buscar comida, lo cual revela que, por la falta de comunicación previa, este hombre simplemente haría el viaje hasta llegar a casa de su amigo esperando que le recibiera. 

Algunas costumbres judías para ese tiempo.

 Era responsabilidad del anfitrión de alimentar y dar de beber al huésped que viene de camino para que se refresque porque seguramente estaba cansado. La costumbre de ese tiempo era que cuando llegaba un huésped a una casa, no solo era una responsabilidad individual, sino comunal. 

De esta manera, al recibir al viajero le dirían que el tal “ha honrado a toda la comunidad con su presencia”. ¿Y acaso no fue esto lo que sucedió en esta parábola?  Notemos que por cuanto el amigo a quien el viajero visita no tiene pan, lo primero que hace es ir a su vecino, por la misma hospitalidad del vecindario, para que la ayudara en tan repentina necesidad.

“Amigo, préstame tres panes…”. 

Esta fue la petición, ni más ni menos. Observe que él no dice “dame tres panes”, sino préstame, lo que hace que la petición sea unreal favor que debería ser devuelto.  Los panes de acuerdo con Mateo 7:9 tenían el tamaño de una piedra pequeña que podía sostenerse en la mano. 

¿Por qué tres panes? 

Porque esos panes constituían una comida entera para una persona. De esta manera vemos que Jesús sabia exactamente cuál era la necesidad del hambriento caminante.  El otro asunto del contexto de esta parábola era que la hechura de ese pan era un trabajo comunal, lo cual se hacía por la mañana. De esta manera no sería raro saber quién podía tener pan sobrante ante una emergencia como se suponía que estaba pasando. 

“No tengo que ponerle”. 

En aquellos tiempos no había refrigeradoras de modo que se pudiera guardar la comida sobrante. Para el caso de este amigo esta era su condición. No tenía nada que ponerle en la mesa lo que hacia más penosa la situación. En la medida que vamos viendo la parábola para hablar de la oración, pronto descubrimos que ninguno de nosotros tampoco tiene “pan” para ponerlo delante del que también anda en tal necesidad. Y por cuanto nosotros no tenemos el pan, se hace necesario que lo pidamos. 

El amigo mal educado v. 7. 

Como algo curioso de esta parábola, aquí vemos a tres hombres que se levantan. El primero se levanta y emprende el viaje a la media noche. El segundo se levanta por la llegada inesperada del primero, y el tercero se levanta por la importunidad del segundo. 

El asunto es que frente a esta necesidad nadie puede dormir. ¿No es esto interesante? ¿A caso no es eso lo que hace la oración que frente a las cargas y necesidades de otros nos levantamos y comenzamos a pedir? Ahora, vemos la actitud de el tercer amigo. Por qué este hombre se comportó de esta manera. Por qué se ve como mal humorado y mal educado. Obviamente que todo tiene que ver con la insistencia del segundo amigo en tocar varias veces la puerta a esa hora de la noche cuando todos estaban dormidos. 

Se dice que las casas de ese tiempo eran hechas de una sola sala, esto planteaba que en algunos casos, sobre todo los más pobres, todos tenían que dormir juntos en la misma sala. Si el dueño de la casa se levantaba  despertaría a toda la familia para atender a aquel que ahora insiste en llamar. 

Así que, si bien es cierto que este hombre pareciera ser mal educado y malcriado, su actitud pareciera ser comprensiva en ese momento. Y es por esa manera de reaccionar del padre de familia que la oración, para que logre sus resultados, tiene este elemento de la importunidad. 

He aquí la sabiduría de Jesús al mostrarnos en esta parábola lo que significa realmente la oración. 

En este ejemplo, el segundo amigo concurre a la casa de su amigo vecino, llegando a se importuno con su demanda, y se ve que hasta molesta, pero a causa de su necesidad insiste en golpear para que se le abra a fin de lograr el objetivo que se propuso, atender a su visita. He aquí el desafío para poder lograr aquello que necesitamos mediante la insistencia en la oración. El tema que más domina en la parábola es la “importunidad”. El amigo que vino de camino fue importuno. Los otros dos se hayan levantado a la media noche también fue importuno. 

El asunto es que no siempre nuestras oraciones son así. Por supuesto que nuestro Dios no se va a molestar que vayamos a Él a la medianoche para atendernos. Él siempre está despierto y presto para abrirnos la puerta y satisfacer nuestras necesidades. 

La versión Nueva Traducción Viviente traduce los versículos 7 y 8 de la siguiente manera: Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”. Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia”. 

La palabra “importunidad” es muy fuerte, y literalmente significa “desvergüenza”, persistiendo a pesar de todo lo que parecía razonable, y rehusando aceptar una negativa. A este respecto Jesucristo hace la aplicación que es pertinente y que es la que debemos tomar en cuenta para al momento de saber la importancia de orar siempre y no desmallar. 

“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.  Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (v. 9, 10).

Por lo tanto, y acuerdo con este ejemplo, la recomendación de Jesús es pedir porque siempre habrá resultados, buscar porque siempre hallaremos y llamar porque la puerta se abrirá. Si Jesús mismo nos desafía a la oración de esta manera, no dudemos que este es el camino correcto lograr aquello que nos proponemos. Estos tres imperativos: pedir, buscad y llamad son determinantes a la hora de dedicarnos al ministerio de la oración. Sobre esto, Santiago, el medio hermano de Jesús más adelante nos dijo: “No recibís porque no pedís…”; y el mismo Jesús nos dice: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre, pedid y recibiréis”. 

Y para coronar toda lo que Jesús dijo acerca de la oración, que comenzó con la petición de algunos sus discípulos que les enseñara a orar, pone otro ejemplo que es muy significativo al momento de comparar las respuestas a nuestras peticiones. Así lo dice: 

“¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?  Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (v. 11-13)

La respuesta a todas estas preguntas es ninguno. Ningún padre tiene piedras, serpientes o escorpión para darle a sus hijos cuando ellos le pidan de comer. En todo caso será pan, pescado y huevo lo que un padre les dará a sus hijos, aunque ellos sean malos. Imagínense lo podría hacer Dios que es bueno. Mi conclusión acerca de esta parábola es que hay tres amigos involucrados en el asunto de la oración. Hay un amigo de la medianoche, a ese amigo lo llamo “el amigo inconverso”. Hay un amigo que se levanta a la medianoche para buscar pan para el amigo que llega, a ese amigo lo llamo, “el amigo cristiano”. 

Y hay un tercer amigo, el que parece “mal educado” debido a que fue molestado, a ese amigo lo llamo “el amigo Cristo”, salvando por su puesto las distancias respecto a la actitud del padre de familia. El “amigo Cristo” es el que tiene el pan para el hombre inconverso y a él debemos acudir para que nos los de el pan de la vida. La oración para que sea efectiva debe ser insistente.