Parábola del “Tesoro Escondido”

(Mateo 13:44)

Esta es la quinta parábola que Jesús pronunció acerca del reino de los cielos y su comparación. Es tan breve como la anterior, pero de un profundo significado. En los tiempos de Jesús no todos podían guardar sus tesoros en lugares como un banco, recordando a Jesús cuando condenó a siervo malo y negligente por no haber puesto su talento en el banco para que ganara intereses (Mateo 25:26, 27). 

Así que no era sorpresa que la gente guardara tales tesoros enterrándolos en la tierra para evitar que los descubrieran. Conservo en mi memoria las leyendas que contaban acerca de dineros enterrados y los misterios que rodeaba el lugar donde fueron enterrados, incluyendo luces y fantasmas. Los tesoros siempre han sido objeto de una gran búsqueda por parte del hombre.  

Willian Barclay, hablando de las costumbres palestinas, ha dicho: “Esto era todavía más real en una tierra en la que el jardín de cualquiera podía convertirse en un campo de batalla de la noche a la mañana. Palestina fue probablemente el país en que se dieron más batallas en el mundo antiguo; y, cuando la marea de la guerra amenazaba con anegarla, lo que casi todo el mundo hacía era esconder lo que tuviera de valor en la tierra antes de emprender la huida, con la esperanza de volver algún día y recuperarlo. 

Josefo menciona «el oro y la plata y todos los muebles valiosos que tenían los judíos, y que depositaron bajo tierra ante las fortunas inciertas de la guerra.»En esta parábola se nos presenta un hombre que quizá no era muy rico, ya que tuvo que vender todo lo que tenía para comprar el campo, sin embargo, vemos que con gran gozo adquirió el terreno del tesoro que había escondido. 

Curiosidades que debemos observar en la parábola

La observación con alguna pregunta que podemos hacer es ¿con qué seguridad un hombre va a buscar un tesoro escondido en un terreno que no es de él? Lo mas probable fue que este buscador de tesoro tendría algún conocimiento del dueño y del tesoro, hasta saber dónde se encontraba el para emprender su búsqueda y hallarlo. Y, más aún, el hombre que consigue el tesoro seguramente también pudo haber conocido a actual dueño por la decisión que toma de comprarlo. Y la otra observación que podemos hacer es la falta de confianza que el hombre tuvo una vez que encontró el tesoro. 

Vamos a ver que este hombre volvió a enterrar el tesoro, seguramente en otro lugar. Si hubiera hecho esto ultimo, no tendría necesidad de haber vendido todas sus cosas. Esto sería el razonamiento lógico que nos proporciona al estudiar la parábola de una manera simple, pero como es nuestro Señor Jesucristo que está enseñando, debemos seguir su pista. 

Las preguntas que necesitamos hacernos frente a esta parábola.

¿Por qué este hombre no avisó al dueño del campo cuando encontró con el tesoro?

¿Por qué simplemente no se llevó el tesoro, o se lo pedía al dueño? 

¿Por qué el hombre que encuentra el tesoro lo vuelve a esconder? 
¿Es la alegría del que halló el tesoro la razón de venderlo todo? 
¿Cuál sería aquella cosa que para ti tiene tanto valor que estarías dispuesto a vender todo lo que tienes para comprarla?
 
 ¿Qué es aquello que has comprado que tiene tanto valor para ti? ¿Cómo la tratas?   

Entendiendo la parábola

Como hemos dicho, la parábola del tesoro escondido es breve y un resumen de ella nos mostrara tres asuntos importantes:  primero, una persona por casualidad descubre algo tremendamente valioso; segundo, lo que encuentra le produce un gran gozo; y tercero, la persona vende todo lo que tiene a fin de conseguirlo.  

En su aplicación Jesús, nos dice que esto es lo que sucede con el reino de los cielos. Estemos preparados para descubrir un tesoro escondido de esta enseñanza para nuestra propia aplicación. Cuando Jesús dijo que “el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo”, en su comparación, y a que era semejante, inmediatamente tenemos que pensar qué representa cada parte de las cosas que menciona en tan breve parábola. 

Cristo habló de tres cosas acá: El tesoro, el campo y el hombre, y cada una de estas tres cosas debieron tener su semejanza, su explicación y la razón por lo que Jesús dijo. Comencemos por el “campo”. Allí fue el lugar donde se enterró el dinero.

 Lo primero que uno puede pensar en esto es que por lo general los terrenos (el campo) es muy vasto en su extensión, lo que planteaba el reto de saber donde encontrar ese tesoro. Hoy día existen aparatos especiales para detectar los metales de la tierra y eso facilitaría la búsqueda. 

Algunas de las interpretaciones que se han dado a la parábola. 

Algunos dicen que el “campo” representa al mundo cristianizado. Ven en cada área donde el evangelio esta llegando y está siendo recibido y la iglesia formando parte vital y dinámica de ese trabajo. Por otro lado, hay un campo misionero nacional y un campo misionero extranjero. Y el hombre trabajando en el campo representa todos los que sirven a Jesús.

Bueno, lo primero que vamos a decir es que el campo representa al mundo, pero el hombre no representa al creyente, como algunos han interpretado, porque no tenemos nada con que comprar este tesoro. En cambio, Jesús es el hombre quien dio todo lo que tenía para comprar el campo.

Por otro lado, algunos piensan que algunos otros piensan que “el hombre” del campo representa a cada siervo devoto que ha escuchado lo que los profetas dijeron acerca de Jesús, quienes, hablando de él en las profecías, había dicho: “Abriré en parábolas mi boca; declarare cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). 

Este hombre, dicen algunos, no le importa lo que digan de él, pues ha dispuesto a desenterrar el tesoro de Dios, pero él sabe que la única manera de encontrar ese dinero, es buscarlo con todo lo que tiene, por lo tanto, cava y cava hasta encontrarlo. Nada lo detiene en ese objetivo. 

Qué nos quiso decir Jesús con esta parábola.

 Los rabinos tenían un dicho proverbial de que no había más que un lugar seguro para guardar el dinero: la tierra. De modo que cuando Jesús habla en esta parábola, en estos términos, sus oyentes estaban muy bien familiarizados con ese lenguaje. De acuerdo con Carson “Bajo la ley rabínica si un obrero se encontraba un tesoro en el campo y lo sacaba, pertenecía a su amo, el dueño del campo; pero aquí el hombre tiene cuidado de no sacar el tesoro hasta que haya comprado el campo”.  

Lo primero que descubrimos en esta parábola es que hay un hombre que estando en el campo se encontró con algo de un valor inmenso, y no fue por casualidad, sino estando en su trabajo cotidiano. Y aun cuando lo que encontró fue algo inesperado, lo hizo estando ocupado. Lo que este hombre encontró no estaba encima, pues tuvo que cavar muy hondo, lo cual habla de haber estado trabajando, a lo mejor en el cultivo del campo o haciendo alguna habitación. 

Esta parábola nos enseña que encontrarnos con el Señor está más allá de una mera vida religiosa, como el de asistir a la iglesia. Este hombre se encontró con ese tesoro en el campo, o sea el mundo, allí donde hay necesidad y donde nos movemos y trabajamos. La otra cosa que nos enseña la parábola es que valdrá siempre la pena cualquier sacrificio para entrar en el Reino. 

¿Qué quiere decir entrar en él Reino? Es aceptar y hacer la voluntad de Dios. Jesucristo nos confrontó, diciendo, que El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10:39)). 

La figura de aquel hombre vendiéndolo todo para comprar aquel terreno, nos muestra que el reino del Señor demanda una renuncia a nuestras propias ambiciones, abandonar ciertos hábitos que apreciamos tanto. Más aun, es tomar nuestra cruz y seguir a Jesús. Así que valdrá la pena siempre renunciar a todo para adquirir ese tesoro.  

Debemos resaltar en esta parábola el gozo del hombre. Primero el gozo del hallazgo. Luego el gozo de vender lo que tenía; eso significa el gozo del sacrificio al vender, renunciar y dejar todo lo que nos mantiene atado al mundo por adquirir el tesoro.  Puedes preguntar, “¿Dónde esta escondido el misterio en esta parábola del tesoro? ¿Qué secreto esta enterrado allí?

Pablo nos da la respuesta: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27).

El reino de Dios es tan valioso, que vale la pena sacrificarlo todo para ganarlo.