Qué significa el bautismo del Espíritu Santo
El tema acerca del bautismo del Espíritu Santo ha sido un punto de controversia con algunas denominaciones que creen en la llamada “segunda experiencia”.
Las discusiones han ido desde puntos dogmáticos, tales como, el recibir una nueva visitación del Espíritu donde se pide que se hable en lenguas, hasta la que sostiene que la salvación es un solo acto y que el bautismo del Espíritu Santo tiene que ver con esto.
De esta manera, el bautismo del Espíritu sería aquella experiencia mediante el cual la obra de Dios se ve al momento mismo de creer, donde salva e incorpora al creyente en unión con Cristo y en unión con otros creyentes en el Cuerpo de Cristo.
Esto tiene que ver con una sola experiencia al mismo momento de entregarle nuestra vida a Cristo.
Juan el Bautista fue el primero que profetizó acerca del bautismo del Espíritu Santo por Jesús antes que él ascendiera a los cielos (Marcos 1: 8).
Luego Lucas nos recuerda otra vez lo profetizado y la importancia de esperar hasta que se diera ese evento. De esta manera el Pentecostés fue el acto público y notorio donde se cumplió la profecía y la promesa de Jesús (Hch. 2: 1-4).
Desde ese momento hasta el día de hoy, el Espíritu Santo moraría permanentemente en las personas y la iglesia que había comenzado. Fue el cumplimiento de la palabra de Cristo que no les dejaría huérfanos (Jn. 14:18).
Ahora bien, sería bueno para una comprensión más amplia de este tema analizar algunos textos bíblicos que arrojan mucha luz sobre este tema que debe ser entendido a la luz de las Escrituras de manera que todos estemos seguros y equipados para la obra del Señor.
1 Corintios 12:12-13 es uno de ellos, y así lo leemos: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.”.
Note que el texto claramente nos dice que “todos” hemos sido bautizados por el Espíritu.
Esto quiere decir que todos los creyentes, de la distinción que sean o de la denominación a la que pertenezcan, han recibido el bautismo, que es sinónimo de salvación, y no una experiencia especial para unos pocos. Otro pasaje que es bueno analizar es Romanos 6:1-4 que, aunque no menciona específicamente al Espíritu de Dios, debe considerarse la posición que tenemos los creyentes que ante Dios con un lenguaje similar al del pasaje de 1 Corintios.
Observe su lectura: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.
Esto sería nuestro resumen respecto al tema en cuestión. Por un lado, de acuerdo con 1 Corintios 12:13, claramente todos hemos sido bautizados y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Esto es una confirmación que el Espíritu mora en el creyente. Por otro lado, no encontramos ningún texto en la Biblia que nos indique o que se nos exhorte para que seamos bautizados con, en o por el Espíritu Santo Segundo.
Por lo tanto, la conclusión que nos lleva esto es que todos los creyentes ya han sido bautizados en, con o por el Espíritu Santo. Otra cita bíblica que confirma lo arriba expresado es Efesios 4:5.
Allí encontramos que todos tenemos una misma fe, un mismo Señor y por consiguiente un mismo bautismo.
¿Qué hace entonces el Espíritu Santo?
Al llegar a nuestros corazones nos une al cuerpo de Cristo donde comenzamos a participar de todos sus privilegios, ejerciendo allí mismo todos nuestros dones espirituales. La experiencia de haber sido bautizados en el Espíritu al momento mismo de creer nos ayuda a que mantengamos la unidad del cuerpo, según Efesios 4:5. Lo mismo debe ser en el contexto de nuestras victorias sobre el pecado. El saber que he sido bautizado en el Espíritu, eso es, que fui sepultado y resucitado en Cristo debiera ser un recurso extraordinario para separarme del poder persistente del pecado de modo de caminar en nueva vida (Ro. 6:1-10, Col. 2:12).