Las muchas aguas no podrán apagar el amor

(Cantares 8:7)
Es bueno que por lo menos una vez al año se dedica un tiempo para elogiar y enaltecer al amor, el sentimiento más cándido y sublime, creado en cada corazón como parte de la “imagen y semejanza” del Diseñador Divino. Y esto es así porque los hombres y las mujeres nacimos para ser amados y para dar amor. En el pecho de la persona más simple se anida un vacío que reclama la caricia y la ternura del amor. Porque un abrazo lleno de amor quebranta un corazón endurecido. Una palabra dicha con amor allana el camino para una reconciliación. Una mirada llena de amor hace cambiar el rostro de un corazón herido. Ya lo había dicho Benavente, en su obra “Más fuerte que el amor”, cuando acotó: “El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada, sin exigirle en pago nuestra felicidad”. Según lo expresado, el auténtico amor no comulga con el egoísmo, pero llega a ser diligente y fiel devoto del altruismo.
Hace muchos años fue escrito uno de los versos más expresivos para hablar del poder del amor. La pluma del sabio escribiente, por seguro inspirado en su propia visión y el resultado de su propia experiencia acerca de este sentimiento del alma, lo llevó del lado proverbial y filosófico al poético y romántico para calificar de esta manera al amor: “Porque fuerte es como la muerte el amor. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos… ” (Cantares 8:6b, 7) De esto se desprende que no hay ninguna cosa en este mundo que supere el poder del amor. La muerte podrá arrebatar la vida, pero no podrá quitar de la otra persona el sentimiento vivido. En el diario andar se levantan las “aguas” de la indeferencia, del egoísmo, de la traición y de la venganza, pero el verdadero amor es capaz de enfrentar esas empinadas “olas” que pretenden ahogarlo y destruirlo. Porque el amor en su más alta expresión puede tocar límites que en nuestra mente nunca imaginaríamos y llegar a realizar proezas que las convierten en las más heroicas acciones.
Los efectos visibles de este proverbio nos llevan a declarar que el amor es la mejor medicina para el corazón que quedó herido después de un golpe sentimental. Es el aliado divino que puede perdonar la falta. Es el martillo que quebranta la actitud del joven rebelde. Es la roca donde se estrellan los sentimientos de odio y de venganza. El amor es para una relación quebrantada, lo que es el traumatólogo para el hueso roto: lo une y lo restaura. El amor es fuente de vida que alimenta las esperanzas perdidas. Es el refugio donde se esconden los que no quieren vengarse. El amor levanta al que ha perdido las fuerzas, trae sosiego donde ha habido ansiedad, fe donde se había perdido la confianza, vida donde todo estaba muerto; y sobre todo, trae dignidad donde se había perdido la vergüenza.
El contexto de donde tomados la propuesta para hoy nos dice: “Ponme como un sello sobre tu corazón. Como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor: sus brazas, brazas de fuego, fuerte llama”. Es cierto que hay muchas clases de amores y diferentes formas de expresarlo. Algunos son muy frágiles. Están lejos de poseer las características de esta descripción. Pero el verdadero amor es el que permanece. Aquel que está dispuesto a perdonar y restaurar; a soportar y esperar; a creer y confiar; a sufrir y a la vez cuidar; a reconocer y levantar. Por supuesto que estos ideales no son muy vistos en una relación sentimental. Nuestra naturaleza pareciera desconocer que el verdadero amor se desprende de sí mismo y levanta en el altar de su preferencia al ser que es objeto de su amor. La esencia de ese amor fue expresado así: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…”. (1 Corintios 13:4-8). Esta es la clase de amor que Dios quiere que desarrollemos. Ese fue su amor para con nosotros mostrado en la muerte de su Hijo. Es este el tipo de amor que jamás será ahogado. Es este el amor que ayuda a una pareja a estar siempre enamorada.