No te jactes del día de mañana

(Proverbios 27:1)

¿Dónde estará usted mañana? ¿Llegará a ver consumado sus sueños? ¿Vivirá para contar lo sucedido? ¡Ojalá que así fuera! Pero la verdad pudiera ser otra.  Aún cuando tengamos una agenda trazada que pudiera determinar el curso de una vida planificada, estas preguntas siguen siendo una incertidumbre. Nadie conoce la sorpresa de un nuevo día. El mañana no le está seguro a nadie. La etapa de la vida que disfrutamos hoy no necesariamente está certificada para las próximas veinticuatro horas. El proverbio que encabeza nuestro tema  dice: “No te jactes del día de mañana; porque no sabes que dará de sí el día” (Proverbios 27:1). La sabiduría revelada en estas líneas nos enseña la necesidad de saber lo transitorio y fugaz de la vida. Jactarse del día de mañana, haciendo todo tipo de planes como si ellos dependieran de nosotros, y no tomar en cuenta lo impredecible de lo venidero,  no es de  hombres sabios. El futuro nadie puede predecirlo, ni siquiera los astrólogos (los que consultan los astros), los quirománticos (los que leen las manos), o los cartománticos (los que leen las cartas). Tales  personas están siendo objetos de consultas por los que quieren saber qué les deparará el futuro. Pero como el mañana nos es desconocido, lo más importante que debiéramos hacer  es construir el futuro con las horas que marcamos sobre las hojas del día que ha pasado. El mañana no debiera ser nuestra preocupación.

Alguien dijo: “Planificar para el mañana es tiempo bien invertido; pero el preocuparse por el mañana es tiempo perdido”. Sin embargo, el número aumenta cada día de aquellos para quienes  el futuro es un largo túnel del que no se avizoran luces ni salidas. La falta de una esperanza cierta hace que el individuo se sienta inseguro ante lo inédito. Para algunos, el temor forma parte de tales incertidumbres porque no  saben si al despertarse estarán cruzando la dimensión que nos separa entre lo fugaz y lo eterno. De allí que  no sea raro que muchos le estén entregando la seguridad de su futuro a las predicciones de un agorero o a la recomendación diaria del horóscopo, según el signo zodiacal al que pertenezcan. Todo esto porque no pueden tolerar el miedo que les provoca lo que aún desconocen. Para esto es bueno recordar las palabras que pronunciara el sabio Séneca, cuando dijo: “El alma que se inquieta por el porvenir es grandemente desgraciada”. ¿Qué hacer, entonces, con la preocupación por el mañana? ¿Por qué dejar que lo que no ha llegado todavía nos  conduzca a un estado de ansiedad que pudiera desembocar en un stress innecesario?  

Jesús ha sido llamado el Maestro de maestros. Ese título se le ha conferido por la forma tan sabia  cómo abordaba cada situación para dejar impregnado en la mente de sus discípulos verdades que perdurarían con los años. Hablando del mañana, y sabiendo que los hombres no han cambiado en sus preocupaciones, hizo referencia a lo inútil que es dejar que los afanes cotidianos incidieran en la paz que todos buscan. Haciendo referencia a la segura provisión divina, mencionó a las aves del campo que no trabajan ni recogen en graneros, sin embargo todos los días son alimentadas. Y sobre la preocupación en el vestir, hizo referencia a los lirios del campo, tan temporales como el día mismo, quienes se visten con tal majestad que ni aún el rey Salomón, con toda su gloria, logró superarlos. Pues Jesús dice que si Dios alimenta lo de poco valor, y viste así lo que es tan pasajero, ¡cuánto más no lo hará con nosotros que somos de un  valor eterno! De modo que calificando a los que se jactan del mañana, convirtiéndolo en un afán sin que con eso lograran añadir centímetros a su  estatura, dijo: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:25-34) Con esto dejó claro que lo más importante en la vida es lo que podamos hacer en el presente. Por cuanto la vida es como neblina que aparece y pronto de disipa, él mismo ha recomendado a, “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura”. Si vivimos el presente para él no habrá razón para temer las sorpresas del mañana. Con Dios podemos esperar seguros las horas que marca un nuevo día porque ya él las transitó.