Descripción
Imaginarse la carta a los Romanos como un ancho y profundo océano donde se navega en busca de la gloria de Dios es la razón del presente libro. Pablo comienza su “navegación” en una especie de tres tramos, que bien pudieran fraccionarse primeramente en el campo doctrinal y teológico, que va desde el capítulo 1 hasta el 8. Desde allí enfila sus “velas” a los capítulos 9 al 11 para navegar en las “aguas de la dispensación de los tiempos”, teniendo a Israel como telón de fondo en su pasado, presente y futuro.
Al llegar a esa parte final del capítulo 11, uno puede ver a Pablo remando en lo más profundo del océano, dejando que las olas de su imaginación lo lleven de un sitio a otro, y como quien ya no haya otra cosa donde poner sus pies para describir la gloria de Dios, prorrumpe en una doxología a la que nadie ha podido describir, cuando dijo:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén (Ro. 11:33-36).
Una vez que ha salido de esas profundidades teológicas encauza su embarcación hasta la otra orilla, para hablarnos de la conducta cotidiana, en lo que sería la práctica de la doctrina expuesta. En esta última etapa de su viaje nos introduce en los capítulos 12 hasta el 16 donde nos confronta sobre nuestros más irrenunciables deberes cristianos.
Y al llegar hasta la otra orilla, como si se tratara de su más grande victoria en su largo recorrido, Pablo nos deja otra doxología con la que resalta la gloria excelsa de Dios, el más alto y sublime bien que debe buscar el hombre, cuando desde lo más profundo de su alma, exclama jubiloso: “…al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén (Ro. 16:27).
El barco en el que navegaremos tiene por nombre “el justo por la fe vivirá”. El capitán de esa nave será el apóstol Pablo. El puerto seguro al que arribaremos será el de Aquel que ya caminó sobre las aguas, quien nos espera para darnos la bienvenida al final de nuestra larga travesía.
Les invito, pues, a embarcarse conmigo en esta nueva aventura, haciendo de la carta a los Romanos el más enriquecedor estudio, comentando sus capítulos y aplicándolos de una manera devocional. Adentrémonos en su profundidad hasta el final de ella donde nos espera Jesucristo, la razón de la gloria del sabio Dios.