Las cosas Seguras de un Cristiano

  1 Juan 5:13-15, 18-21

La primera carta de Juan fue escrita para darle al creyente la certeza de su salvación a través de evidencias irrefutables. En cinco capítulos Juan nos muestra quién es un auténtico cristiano y sus notables características como alguien que ha nacido de Dios. La salvación de un creyente no se da por una decisión de levantar la mano, o por una simple oración, sino cómo vive después de su conversión; eso se llama arrepentimiento.

Un verdadero creyente no vuelve a la vida de donde salió.  La conversión verdadera es el resultado de la obra regeneradora del Espíritu Santo. Es la obra sobrenatural de Dios cuando cambia la mente y el corazón del hombre pecador. 

Por lo tanto, la salvación no solo es un cambio de opinión, sino un cambio de corazón. No es un cambio de religión, sino un cambio de relación.   No es un cambio de iglesia, sino un cambio para ser un ciudadano del cielo. La salvación de acuerdo con la profecía de Ezequiel 36:26, es Dios quitando el corazón de piedra y poniendo un corazón de carne.

Es hacer morir al hombre viejo y viciado, para vestirlo con la ropa de la santidad.  Una señal de la salvación será vista en el nuevo caminar de la persona.  

¿Sabía usted que la obra de la salvación es más grande que la creación?  El mundo fue creado de la nada, pero la salvación le costó a Dios la muerte de su propio Hijo. El primer hombre lo creó de la nada, pero el segundo hombre lo creó a través de la muerte de Cristo.  De esto hablaremos hoy. Conozcamos cuáles son las cosas que solo un cristiano sabe para su seguridad eterna. 

I.             SABE QUE TIENE VIDA ETERNA

1.1. El propósito de esta escritura v. 13. Si bien Juan no es como los otros autores que se identifican en sus cartas al momento de escribir, hace un énfasis en varios de los capítulos   acerca de la palabra “escribir”. En el mismo capítulo 1:4, dice: “os escribo para que vuestro gozo sea cumplido”; en el capítulo 2:1, dice: “estas cosas os escribo para que no pequéis”. 

Y en el mismo capítulo 2, en los versículos 12 al 14, hay un marcado énfasis de esta palabra al hablar a los padres, los hijos y los jóvenes. Pero cuando llega al capítulo 5, el final de la carta, usa la palabra “escribir” en un tiempo pasado, cuando dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” v. 13.

A lo largo de la carta, Juan ha venido diciéndonos de las cosas que ahora sabemos, pero ninguna es tan importante como esta mencionada acá. 

Hay muchas cosas desconocidas para mí, pero saber que tengo vida eterna es el conocimiento supremo. En un mundo de tanta incertidumbre, donde todo tambalea, la promesa de la vida eterna es lo más reconfortable para un ser humano. Hay una vida eterna reservada para cada creyente verdadero. ¿La tiene usted?

1.2. Esa vida está en su Hijo v. 13b. Este texto es determinante para entender el tema de la seguridad de nuestra salvación. El propósito de la carta es para dar seguridad de la vida eterna, pero solo mediante el Señor Jesucristo.  Observe cómo Juan en un solo versículo repite dos veces una confesión respecto a creer en Jesucristo. El primer énfasis se ve en la declaración: “que creéis en el nombre del Hijo de Dios”.

Los receptores de esta carta eran hombres y mujeres creyentes. Ellos habían tenido una experiencia de salvación, y de esa manera Juan los reconoce y los califica. El segundo énfasis es algo parecido: “para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. Ya ellos habían creído, pero con esta repetición, ellos deberían seguir creyendo. No habían creído en cualquier nombre, sino en el “nombre del Hijo de Dios”. ¿Qué significa esto? 

No hay algo mágico al pronunciar el nombre de Cristo, sino una transmisión de confianza al saber quién es Jesús el llamado Hijo de Dios. Nuestra salvación ha sido posible por nuestra creencia en ese Nombre. Dios se nos reveló con muchos nombres, pero conocerlo con el nombre de Hijo de Dios, es la revelación suprema. Nuestra seguridad se basa en nuestra fe en ese nombre. 

II.          SABE QUE DIOS LO OYE

2.1. Si pedimos algo conforme a su voluntad v. 14.  Otro asunto de la seguridad de nuestra salvación se relaciona con nuestras oraciones. La confianza en nuestro Dios viene como resultado de la misma experiencia de nuestra salvación. Lo arriba expuesto produce una gran confianza al momento de pedirle algo al Señor.  ¿Por qué decimos esto? Porque los cristianos genuinos, los que han nacido de Dios, saben del destino de sus oraciones.

La experiencia de la salvación me pone  en una íntima comunión con él. El creyente posee su confianza con su Dios como la de un niño con su padre al momento de acercarse a él en oración. 

Dios oye nuestras oraciones, aunque no siempre tenemos las respuestas conforme a nuestros deseos, pero sí conforme a su voluntad. Y el énfasis de Juan no está tanto en la respuesta del cielo, sino más bien  en la seguridad de las oraciones oídas. Para el creyente, el destinatario de sus oraciones es el Dios creador de todo el universo.

No es un dios hecho por los hombres, aquellos que no oyen ni ven ni caminan, según lo dijo el salmista (Salmos 115:4-7). De esta manera, la voluntad de Dios sigue siendo el asunto más importante para el creyente, y la oración debe estar unida a ella. ¿Será la voluntad de Dios perdonarnos y salvarnos?

2.2. Sabemos que tenemos las peticiones hechas v. 15. La forma cómo Juan escribe nos produce cierta curiosidad, porque pareciera repetir las mismas ideas, o algunas veces decir lo mismo, pero no es así.  Al contrario, su estilo más bien es didáctico y académico, propio de la cultura griega de la cual él fue un abanderado.

Note, por ejemplo, como en el v. 13 habla a los “que creéis”, y luego dice: “para que creáis”. Ahora en estos v. 15, 16 habla de la oración siendo oída, pero también siendo respondida. En ambos casos el creyente tiene puesta su confianza.  Sin embargo, el mismo Juan nos habla de las condiciones para que tales oraciones puedan ser oídas y respondidas.  

De acuerdo con Juan 15:7 una condición para las respuestas a la oración es permanecer en la palabra. También debemos pedir en el nombre de Jesús según Juan 14:13s; 15:16 y 16:23–26.  Sin embargo, no todas las oraciones son contestadas. Jesús mismo pasó por la experiencia de derramar su alma delante de Dios, deseando no beber la copa del sufrimiento, pero al final le oímos orar, diciendo: “Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36).  Pablo oró tres veces a Dios por un aguijón de su carne, y tampoco tuvo respuesta (2 Corintios 12). Dios siempre oirá cuando oramos.

III.       SABE DE SU LUCHA CON EL PECADO

El pecado no es una práctica en su vida v. 18.  Una cosa sabe todo creyente: al momento de aceptar a Cristo todos sus pecados han sido perdonados, pero eso no significa quedar sin pecado.  Nuestra naturaleza pecaminosa todavía nos acompaña, y no ha sido redimida, por eso gemimos esperando el día de la redención.

Sin embargo, esto no significa continuar practicando nuestros pecados antiguos. El verdadero creyente no se goza en seguir pecando, sino se goza seguir obedeciendo y amando a su Señor.  De acuerdo con la sentencia de Juan, el creyente no vive en esta condición, porque Cristo le guarda. La figura acá de Cristo es  la del Buen Pastor protegiéndonos del asedio del engañador y tentador. 

Así lo expresa el apóstol: “Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”. Esta es una de las promesas más alentadoras de la Biblia. Por un lado, nos asegura la protección de la mano de Dios contra las intenciones de Satanás para destruirnos.

Ciertamente el pecado nos asedia, el mundo nos seduce con sus placeres, y Satanás no nos da tregua, pero contamos con Jesús como aquel que protege a los suyos, como el vencedor de estos enemigos, y nadie podrá arrebatar de sus manos a todos los que son suyos (Juan 10:28, 29).

IV.         SABEMOS DE LA ESCOGENCIA DIVINA

 El versículo 19 no es una mera repetición del versículo 13 al hablar de la vida eterna. Note la distinción del texto al referirse a dos clases de personas: los escogidos por Dios y el resto del mundo sin Dios. Este texto no podía ser más sorprendente. ¿Qué vio el Señor en ti y en mi para ser suyo? Pero, por otro lado, ver al mundo entero bajo el dominio del maligno es algo que no nos alegra, sino que nos pone triste, y esto debe movernos a hacer algo por ellos.

 ¿Qué significa ver al mundo entero bajo el maligno?  Alguien lo expresó así: “Es un verbo extraño, que pudiera señalar a la impotencia del mundo que marcha al compás de Satanás. Hay dos verdades en este texto: 1) Juan habla de él y sus lectores como siendo de Dios, estando en su esfera bajo su cuidado y protección; y 2) los incrédulos estando en la esfera de Satanás, quien los ataca y los abusa”. He aquí un tema estremecedor: Todos los hombres, o están con Dios o con Satanás. No hay otra alternativa. Para los escogidos de Dios hay una vida eterna, gloriosa y celestial en compañía con nuestro tan amado salvador; pero la otra también será eterna en compañía con Satanás y sus demonios. Dios sabe quienes será los llamados y los escogidos. Nuestra tarea es traerlos al reino de Cristo.

V.         SABE QUE JESUCRISTO ES DIOS

 Curiosamente Juan comenzó su primer libro hablando del Verbo, siendo Dios (Juan 1:1), y cuando está terminando su carta en 1 Juan 5:20, vuelve a este tema, como para no dejar dudas que el Cristo con quien vivió, y de quien aprendió, es el mismo Dios con nosotros. Toda la teología de Juan apunta a Cristo siendo uno con el Padre.

En este último versículo repite la palabra “sabemos” para dejarnos claro la gran doctrina de la divinidad plena de Jesús. Así nos dice: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”.

¿Qué es lo que sabemos de acuerdo con Juan? Sabemos del cumplimiento profético de la venida del Hijo de Dios, enviado del cielo. ¡No pudimos tener un regalo mejor! Sabemos del conocimiento dado a través de la palabra para entender lo que es verdadero, y el verdadero es su Hijo Jesucristo.

Pero, por si faltara algo, Juan nos dice finalmente: “Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”. ¡Qué privilegio se nos ha dado a conocer! Ciertamente hay muchas cosas desconocidas, pero saber de Cristo como el Dios verdadero, eso me basta y me da la seguridad de una salvación eterna. 

CONCLUSIÓN

Ira Sankey, quien durante años dirigió la música de las reuniones de evangelización de DL Moody, viajaba en un barco de vapor en la Nochebuena de 1875.  Algunos de los pasajeros lo reconocieron y le pidieron que cantara. Sankey estuvo de acuerdo y comenzó a cantar “Saviour Like a Shepherd Lead Us”. 

Cuando terminó la canción, uno de los oyentes se adelantó y preguntó: “¿Serviste en el Ejército de la Unión?” “Sí”, respondió el Sr. Sankey. “¿Puedes recordar si estabas haciendo piquetes en una brillante noche de luna en 1862?”

 “Sí”, dijo de nuevo el Sr. Sankey. “Yo estaba sirviendo en el ejército confederado. Cuando te vi parado en tu puesto, levanté mi arma y apunté. Estaba parado en la sombra, completamente oculto, mientras la luz de la luna llena caía sobre ti. En ese instante, levantaste los ojos al Cielo y comenzaste a cantar esa misma canción. ‘Déjalo cantar su canción hasta el final’, me dije, ‘puedo dispararle después’.  

Escuché perfectamente las palabras: “Somos tuyos; hazte amigo de nosotros. Sé el guardián de nuestro camino”. Empecé a pensar en mi infancia y en mi madre temerosa de Dios que me cantaba esa canción. 

Cuando terminaste, me fue imposible volver a apuntar.  Pensé: ‘El Señor que puede salvar a ese hombre de una muerte segura ciertamente debe ser grande y poderoso’”. (Tomado de Ministry 127, Sermons Ilustrations: Safety). Y así ha sido el Señor grande y poderoso para salvarnos hasta la eternidad. No dude jamás de la salvación dada por gracia.

 Juan nos dejó esta seguridad: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13). ¿Tiene usted esta seguridad de la vida eterna? ¿Es usted salvo?