Un alma vale más que un techo
UN ALMA VALE MÁS QUE UN TECHO
(Marcos 2:1-12)
INTRODUCCIÓN: La evangelización siempre ha demando de un alto costo de parte de quien la predica y de parte de quien la recibe. Y no podía ser de otra manera, porque el costo más grande lo pagó Cristo. En la presente historia nos encontramos con un daño hecho y un costo que había que pagar. Cuatro hombres decididos intentan llevar a un hombre paralítico delante del Señor, pero se encuentran con varios obstáculos, lo que les hace ingeniarse un plan impensable, pero al parecer el único que había para cumplir con su objetivo desde el mismo momento que buscaron, cargaron y llevaron al hombre postrado en cama delante del Señor. Estos hombres se pusieron de acuerdo y desarrollaron una total cooperación en la salvación de un necesitado. Marcos describe esta escena de una manera muy viva, abundando en detalles sobre los demás evangelios. Al leerlo, uno pronto se siente parte de la escena y de lo que ocurrió en aquella casa. Algunos autores creen que la casa donde se dio este milagro era la de Pedro. Si esto fue así, Pedro tuvo que preguntarse ¿quién va a pagar el techo roto? Le aseguro que Pedro ni tenía ni dinero ni tampoco un seguro para “los daños eventuales”, aunque aquel había sido provocado por cuatro hombres. Bueno, como quiera que haya sido, estos hombres llegaron a la conclusión que un alma vale más que un techo roto; además, allí estaba Jesús cuyo oficio era el de la carpintería y seguramente él tuvo que recomendar lo que habría que hacer con el techo. El asunto es que la actuación de fe de estos hombres nos dan las pautas para ayudar en la salvación del que está perdido.Nos muestran el valor del trabajo en equipo; el valor de la unidad en un solo objetivo, inspirándonos a hacer todos lo mismo. Nos habla de un costo que necesitamos pagar para traer a los hombres a Cristo. Veamos cuál es el costo a pagar.
l. SE REQUIERE DE UN CORAZÓN COMPASIVO
- ¿Quiénes eran estos hombres? Se desconoce su origen y sus nombres, aunque algunos le han llamado: “Simpatía, Cooperación, Generosidad y Perseverancia”. No sabemos si eran creyentes o pertenecían a alguna denominación. Pero esto no importa, sino la compasión y la amistad que tenían por aquel infeliz paralítico. Ellos llegaron a amarle y con frecuencia vendrían a él para acompañarle. No venían, como el caso de los amigos de Job, para entrar en un razonamiento filosófico sobre las causas de su sufrimiento. Les aseguro que ninguno de ellos reprochaba la condición de este paralítico, acusándolo que su condición era la consecuencia de sus pecados. Tampoco le visitarían como los fariseos, quienes estarían más preocupados en no contagiarse que ser movidos a misericordia. La actuación de aquellos hombres era la de un “buen samaritano”. Eran hombres con una gran sensibilidad, quienes habían hecho del paralítico el objeto de su preocupación por semejante miseria humana. La tarea de la evangelización demanda de hombres comprometidos, de valor y que sean movidos a misericordia por el que sufre.
- “…sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor” (Filipenses 2:2-4). Estos hombres nos muestran que antes de traer a alguien a Cristo, nosotros debemos tener compasión de ellos. Es el contacto de corazón a corazón crea mayor sensibilidad y nos pone en el camino para buscar ayuda con el necesitado. Sigamos a estos hombres en esta escena. Veamos sus rostros sudados, pero llenos de esperanza. Los cuatro sentían lo mismo, tenían el mismo amor. ¿Se necesitaban cuatro hombres para llevar al paralítico? A lo mejor no, pero aquí fueron cuatro. Todo un trabajo en equipo para salvar al enfermo. Hay en esto una verdad que debe ser tomada: la iglesia necesita trabajar en equipo si quiere ver la conversión de los que nos rodean. Si hubiera más amigos así que traigan a otros a Jesucristo, este mundo sería pronto evangelizado. De esta manera nos exhorta Pablo: “…completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa… no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. (Fil. 2:2-4). Sin compasión por el perdido, los “paralíticos” jamás serán levantados.
ll. ENFRENTA IMPEDIMENTOS INESPERADOS
- Venciendo el obstáculo de sí mismo. Llegó el día cuando los cuatro hombres llenos de un gran optimismo, entusiasmados con una gran esperanza y persuadidos de una gran fe, se dispusieron llevar al hombre a Jesús. La noticia estaba en las calles. Después de algunos días Jesús vino a Capernaúm. Algunos piensan que aquella fue la última vez que Jesús vendría a la ciudad. Para aquellos hombres el momento de la salvación era urgente. Si no lo llevaban ahora no habría otro tiempo ni otro chance. De modo que frente a este reto, un solo asunto dominaba la determinación de estos cuatro amigos: traer el enfermo a Cristo.
No había forma de llegar hasta Jesús por la multitud presente. Muchos nos rendimos ante situaciones adversas. Damos por hecho que no hay solución. Así que lo primero que hicieron fue convencer al paralítico para llevarlo a Cristo. Tenga en cuenta que ya esto de por sí es una ardua tarea. No es fácil convencer a alguien para que acuda a Cristo. No todos los casos responden de la misma manera. Hay un mundo de excusas mientras se habla del amor de Dios para cada vida. Pero eso es parte de nuestra tarea.
- El obstáculo de la multitud v. 4. El versículo dice que “no podían acercarse a él a causa de la multitud…”. Hay multitudes que son verdaderos obstáculos para que alguien venga a los pies de Cristo. Aquellos hombres cargaron por cierta distancia al enfermo, pero ahora no pueden entrar. Es posible que al principio vinieran los momentos de desaliento y hasta de frustración, pero ellos vencieron sus propios sentimientos de fracaso. Ellos no claudicaron al ver la “multitud” para llegar a Cristo. ¿Cuál es la multitud que impide hoy que las personas vengan a Cristo? Multitud de religiones, multitud de dogmas y preceptos, multitud de falsos maestros, multitud de diversiones y placeres del mundo, multitud de malos testimonios, multitud de creyentes indiferentes e insensibles, multitud de quejas y críticas de los mismos creyentes, multitud de vidas que no son buena referencia de un cristianismo vivo y victorioso… y la lista seguiría siendo indetenible. El creyente y la iglesia debieran estar conscientes de esas “multitudes” que son obstáculos para que otros vengan a Cristo y abrir otros espacios hasta traer a los hombres a los pies del Maestro.
III. PROSIGUE A TRAVÉS DE UNA FE OSADA
- “Al ver Jesús la fe de ellos” (v. 5). Es interesante que Jesús no menciona explícitamente la fe del enfermo, sino que el texto habla de la fe de los amigos. La verdad de esta historia es que este hombre fue sanado por la enorme fe que tuvieron aquellos hombres desconocidos. La Biblia no nos dice que ellos se desalentaron ante las dificultades. No se quejaron porque no hubo una respuesta inmediata. No nombraron un comité para que fuera a hablar con el Señor. Estos hombres ejercitaron su fe. Imaginémonos la escena.
De repente la multitud que estaba apostada a la puerta notan que estos hombres se las ingeniaron, y ahora en lugar de buscar la puerta para entrar están en el techo de la casa. Tuvieron que usar algún instrumento para llegar arriba; a lo mejor subieron algunos primeros. Desconocemos la estructura de la casa, pero tan pronto como fue posible, aquellos hombres abrieron un boquete y bajaron al hombre enfermo. Y allí está Jesús contemplando la valentía de aquellos hombres que miran desde el techo descubierto y se dirige al enfermo con estas palabras: “Hijo, tus pecados te son perdonados” v.5.
- “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” v. 7. Frente a la fe de los cuatro amigos hay una incredulidad de los que no aceptaban que Jesús es Dios. Los fariseos que estaban allí se llenaron de rechazo y con una reacción inmediata, tildando a Jesús de blasfemo v.7. De ninguna manera estos religiosos fueron capaces de ver la osadía de aquellos hombres para poner al enfermo frente a Jesús, su gran objetivo. La incredulidad se resiste ante la misericordia, mientras que la fe hace cosas impensables. No había posibilidad de entrar al salón donde Jesús estaba, de allí el subir y bajar al paralítico por el techo. Allí va a pasar algo que tiene que ver con el corazón mismo de toda evangelización.
Conducir a los hombres a Cristo plantea el rompimiento de ciertos esquemas, hacer ciertos sacrificios y cuando una puerta se cierra para el evangelio hay que buscar otra salida; los cuatro hombres la consiguieron. Y si bien es cierto que la fe puede ser probada, porque los hombres no vieron que Jesús dijera lo que ellos querían oír al principio, después oyeron “levántate y anda”. Levantar y hacer andar es trabajo del Señor.
- LOGRA EL GOZO DE LA TAREA CUMPLIDA
- “¿Qué es más fácil, decir al paralítico…?” v. 9. Sanar a un enfermo parecía ser lo más fácil, puesto que hasta un médico lo haría. A muchos les gusta el ministerio de lo sensacional, y el sanar a los enfermos es uno de ellos. Pero perdonar pecados, siendo esto la raíz de todos los males, no es muy popular. Así que Jesús hizo el trabajo completo. Hizo las dos cosas que solo Dios podía hacer: perdonar y sanar. Y de esta manera, frente a la mirada atónita de los presentes, los cuatro hombres pudieron ver que el hombre que vivió paralizado y acostado, ahora se ha levantado, y la cama le llevaba, ahora él lleva la cama. Aquello tuvo que ser un momento de mucho gozo. Ya ellos no tenían que llevar otra vez al enfermo de regreso a casa. Ahora los tobillos y los pies de aquel hombre se llenaron de vida y con ellos comienza a saltar. El poder del Señor cambió aquel hombre, hasta decir: “Nunca hemos visto tal cosa” v. 12. Cuánto gozo produce la salvación de un perdido. Estos cuatro hombres representan a la iglesia y su tarea es traer a los “paralíticos” a los pies de Cristo. Hay un gran gozo “cuando un pecador se arrepiente”.
- La potestad que tiene el Hijo del Hombre v. 10. El objetivo de llevar al paralítico delante del Señor se había cumplido. Aquellos hombres vencieron todas las dificultades y ahora hay una camilla con un minusválido delante del único que podía hacer algo por él. No se sabe si el paralítico había nacido en esa condición. No se sabe si lo que le vino fue producto del pecado mismo, al juzgar por las palabras del Señor que sus pecados fueran perdonados. Hay cuatro mirones desde arriba y una multitud adentro y afuera expectantes de lo que Jesús podría hacer. El resto del trabajo depende de él. Así que en esta escena Jesús va a pasar de la condición de Maestro a la condición de Salvador y Dios. Aquella casa fue testigo de un milagro a traves de la salvación y la sanidad. Y si bien es cierto que al principio estas palabras dichas por Jesús pudieron crear confusión y desilusión, también ellos oyeron que Jesucristo tenía poder para hacer las dos cosas: Perdonar pecados y sanar al enfermo. Lo otro era lo que más esperaban, y eso va a ocurrir, pero hay que seguir lo que Jesús hace. Él siempre estará en control de todas las cosas.
CONCLUSIÓN: Un alma vale más que un techo roto; esta hitoria así lo confirma. No sabemos quién pagó los daños hechos a la casa, al final eso eran cosas materiales, pero lo que sí importó fue que en esa humilde casa se dio uno de los más grandes milagros de los que se tenga conocimiento. La actuación de estos hombres nos muestra cómo debiera darse la tarea en la evangelización. Ellos nos revelan que si no hay compasión no hay interés por el perdido. Nos dicen que si no hay unidad el perdido quedará tendido en su condición; los cuatro tomaron un lado de la cama y lo levantaron. Nos dicen que aun cuando el camino al Señor esté impedido por una “multitud” de obstáculos, hay que ser perseverantes y osados hasta llevar a los hombres al Señor. Y sobre todo, ellos nos muestran que hay gozo en el cielo y en el corazón evangelizador cuando vemos a los hombres levantarse de su estado y glorificar al Señor por el cambio de sus vidas. ¿Soy parte de estos “cuatro amigos”? ¿Tengo un amor sincero por el que está “muerto en sus delitos y pecados”?