Una extraña asamblea
Alguien, hablando de la importancia que tiene el ser parte de una sociedad diversa, y reconociendo que aun cuando seamos diferentes en nuestras individualidades y habilidades, nos ha dejado lo siguiente. Se cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar.
¿La causa?…sencillamente “hacia mucho ruido” y, además, se pasaba todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, -dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el overol e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el Serrucho y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limpiar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. En esa “extraña asamblea de herramientas” al final reconocieron que el carpintero les necesitaba, y que sin ellas no saldría el mueble de su imaginación.
Desde el punto de vista fisiológico todos somos iguales porque poseemos dos orejas, dos ojos, una nariz, una boca, un cerebro… pero somos muy diferentes a la hora de manifestar nuestra condición física, nuestras multiformes emociones y la capacidad de raciocinio. Y en esto vemos que somos únicos e irremplazables, que no tenemos un molde parecido, y que ni aún la clonación logrará dos seres idénticos. Esta diferencia creativa es lo que le da sentido a lo que hacemos. Le da diversidad y colorido a todo nuestro entorno, de manera que todos contribuyen para que vivamos en un ambiente balanceado, dependiente e interdependiente los unos de los otros. Pero el que seamos distintos no nos da el derecho de menoscabar, denigrar y hasta discriminar a los demás. Cada ser humano, como si se tratara de “una herramienta en manos del carpintero”, posee en si mismo la chispa de la imagen y semejanza de su Creador, por lo tanto debe ser respetado, valorizado y tomado en cuenta.
La vida puede darnos grandes sorpresas cuando hacemos distinción de personas y descubrimos que el valor de alguien no está en lo que él posee; en lo que es por su abolengo, o al estatus social donde se ha formado. Los seres humanos nacemos para ser parte de una sociedad donde debe tratársenos por lo que somos. Cada individuo posee en sí mismo un carácter sagrado que lo convierte, no solo en un ser notable e insustituible, sino con el derecho, esculpido por su Creador, de ser recocido como un ser humano sin importar su raza, color, credo o cultura.
De pertenecer con respeto y dignidad a su comunidad. De ser tomado en cuenta y amado, pues aunque posee los defectos que son inherentes a todo ser humano, cada uno lleva en su pecho una sed de aceptación. Si partimos del hecho que tenemos un Creador común, quien nos hizo con esa diversidad, y a su vez nos ponemos en las manos del “Carpintero de Nazaret”, el Señor Jesucristo, descubriremos cómo él utiliza todas las “herramientas en su carpintería” para lograr su propósito. Él, como Carpintero Divino, no toma en cuenta nuestras diferencias sino la utilidad para construir su obra.